Rodrigo Caro: desde la Reforma Universitaria a la Ingeniería

Repasamos los hitos y el camino que ha recorrido Rodrigo Caro, desde sus tiempos de estudiante hasta el presente día en la consultoría. Destacado en el ambiente, Rodrigo participó en importantes proyectos de hidroelectricidad e hidráulica urbana, generando en su testimonio la representación de una generación de ingenieros hidráulicos que vieron germinar y desarrollarse la especialidad, a través del vertiginoso desarrollo tecnológico y las reformas académicas.


Rodrigo, ¿cómo fue su camino hacia la ingeniería? Y ya una vez dentro de la carrera, ¿por qué decidió ingeniería hidráulica?

Yo era bueno para las matemáticas en el colegio, era tan simple como eso. La carrera natural era ingeniería. Además recibí una muy buena formación: estudié en el Liceo Alemán, colegio de gran tradición de los sacerdotes del Verbo Divino. Tuve de profesor de Matemáticas y de Física nada menos que a un Doctor en Astronomía, el Padre Bernardo Starischka. Yo, a esta altura, pienso en el esfuerzo que para él significaba, siendo Doctor, estar enseñándoles a estos pendejos (risas). Tenía gran vocación de maestro.  En fin, entré a Ingeniería, me decidí por la Católica por tradición familiar, me quedaba más cerca….

Respecto a la ingeniería hidráulica, es una historia un poquito más larga, con idas y venidas.  Lo que más rescato de mis años de universidad, es que han sido  los años más importantes que  he tenido en términos de formación integral. No solamente como ingeniero, sino como persona, como habitante del mundo y de este país. Yo tuve una actividad intensa en la universidad: estuve en todas. Fui a Trabajos de Verano, en donde conocí al Chile profundo. Participé en actividades pastorales: fui el presidente de la Parroquia Universitaria, que era una institución que convocaba  a  los estudiantes de todas las universidades, y teníamos nuestra misa dominical. Conocí mucha gente de distintas realidades culturales y sociales. Eso amplió mi visión del mundo, fui aprendiendo a conocer pensamientos y convicciones diferentes, dando paso a la necesidad de la tolerancia y del diálogo. Porque habían posiciones diferentes. Por  otro lado, permitió que yo mismo pudiera ir tomando mis propias convicciones: uno se ve interpelado a decir qué piensas de esto, que piensas de esto otro, qué vas a hacer en la vida.

Fui también dirigente estudiantil, Secretario General de la FEUC en un período tumultuoso, el año 1967: año de la Reforma Universitaria, el año de la Toma de la Universidad Católica.  Me hice amigo de gente de Derecho, de Sociología, de Economía, me puse a pololear con una Trabajadora Social que hoy es mi esposa… en fin, fue una vida muy rica. Así que no fui un estudiante típico, ni de maravillosas notas. Nunca me eché un ramo, pero me dedicaba a muchas cosas (risas).

Después de estar en la FEUC, en 1968 ya estaba en sexto año y llegó la hora de terminar la carrera. En ese tiempo existían las menciones, no las especialidades. No existía curriculum flexible y, para pasar de año, había un límite en los cursos que se podía reprobar. En cuarto año tuve clases con Don Pancho J. Domínguez, profesor de Hidráulica. Me gustó el ramo. Yo he sido siempre un amante de la naturaleza, de la vegetación, del  agua… De ahí surgió la idea de ser hidráulico, era como bonito, era como romántico. Ese año, mi compañero de estudio, Ricardo Riedel, me comentó la posibilidad de trabajar en Endesa – la antigua Endesa de Ramón Nieto – postulando como estudiantes. Nos aceptaron, y entramos a trabajar como estudiantes: el golpe de fortuna fue que nuestro jefe era Horacio Mery, hidráulico distinguido, que en el último año en la Católica nos hizo un curso de centrales hidroeléctricas, junto con Sergio Radrigán que hacía Sistema de Bombeos. Horacio Mery me ofreció un tema para la memoria de título, en el laboratorio de Peñaflor del INH, sobre las obras exteriores de la Central el Toro con un modelo de lecho móvil. Era un tiempo que el laboratorio de Peñaflor tenía una asesoría francesa, de alto nivel: fue una experiencia notable. Con Ricardo nos propusieron quedarnos en Endesa trabajando.

Pero por las vicisitudes de la vida, en Mayo del ‘70, el rector de la UC Fernando Castillo Velasco armó un equipo para elaborar el Plan de Desarrollo de la universidad, financiado por el BID. Todos éramos muy jóvenes, pero el liderazgo de Castillo Velasco era muy fuerte, tenía un carisma, una inteligencia, una  calidad humana: un líder con todas las de la ley. Era lo más motivante que había, trabajábamos mucho. El proyecto implicaba la modernización de la universidad. Por ejemplo, partió el sistema de currículo flexible, la inscripción por curso, cosa que a ti te puede parecer hoy día ridícula, pero en esa época ir a la Católica era como ir al colegio, con una malla curricular rígida por años. Se abrió el tema del desarrollo de la planta física de la universidad: los de ingeniería fuimos los primeros en llegar a San Joaquín. Nos tocó plantar los primeros  árboles con la iniciativa del profesor César Leiva.

Con el Plan de Desarrollo se le dio fuerza a la construcción y se le dio sentido al concepto de “Campus” que antes no existía. Castillo Velasco compró las Monjas Francesas y armó el campus Oriente, y así la universidad se organizó en torno a cuatro grandes campus, teniendo presente que la mayor parte de las carreras se agrupara en San Joaquín, y hoy uno ve que están casi todas las carreras ahí. El Plan incluyó también  el incremento de la cantidad de profesores a jornada completa y una serie de innovaciones  en lo académico y en lo curricular: totalmente integral. Jugaban papeles fundamentales los decanos: habían decanos que eran visionarios y otros que se quedaban atrás. Ingeniería tenía a un tipo fantástico, importantísimo, Raúl Devés, que le cambio la cara a la Escuela de Ingeniería. Todo esto bajo  la idea global de Castillo Velasco que  le daba chipe libre a las facultades e institutos para que se desarrollaran.

«Conocí mucha gente de distintas realidades culturales y sociales. Eso amplió mi visión del mundo, fui aprendiendo a conocer pensamientos y convicciones diferentes, dando paso a la necesidad de la tolerancia y del diálogo»

¿Qué hizo después de este trabajo tan interdisciplinario, llegó de lleno al mundo de las consultorías?

Me fui a Codelco. Era el tiempo de Allende, de la Nacionalización del Cobre. Se necesitaban profesionales, y un amigo que era el Gerente Técnico me instó a que me integrara a CODELCO. Pero todo se cortó bruscamente con el golpe militar, vino el toque de queda. Y el 17 de septiembre de 1973 nos citaron y nos recibieron en el pasaje Alessandri sin poder subir a las oficinas. El secretario general de CODELCO nos dijo “todas las siguientes personas quedan desvinculadas”. Me echaron, a mí y unos 60 más, con el agravante  que quedabas prohibido de trabajar en cualquier institución pública. No era menor. Ahí empezó un tiempo difícil, yo estaba casado, tenía dos niños. Se hizo lo que se pudo hacer: repartí vinos, fui contratista de pintura, habían varias personas que estaban en esa situación. Armamos una pequeña oficina con unos amigos, para trabajar en lo que se pudiera. Pero en Enero de 1975, a esta oficina una tarde llegó un grupo de la DINA. Y me dijeron: “acompáñenos”. Me taparon la vista, no supe donde fui. Después lo supe, era Villa Grimaldi. Estuve detenido 4 meses.

¿Por qué lo detuvieron?

Los militares andaban en ese tiempo en un arrase general, de quienes podrían ser enemigos o estar “conspirando” en contra del régimen. Iban tomando personas y le iban sacando nombres. Si te mencionaban por cualquier cosa, ya caías en su red… ellos jugaban por descarte. Detuvieron a un abogado y que empezó a hablar – tú comprenderás que cuando te detenían, no te trataban muy bien –… Yo también fui interrogado, pero nunca tuve una acusación directa, y por lo mismo, cuando salí, quedé libre.

Hubo 3 semanas en que nadie sabía dónde estaba, ni yo. Aquí la parte más importante es el coraje y la valentía de mi mujer que comenzó a hacer todo lo que estaba de su mano para que me liberaran. En esta perspectiva, entendió que en Chile ya no teníamos ningún espacio. Entre todas sus gestiones, hizo contacto con una organización solidaria en Estados Unidos. La mayoría de las organizaciones solidarias eran de Europa y de Latinoamérica. En Estados Unidos el presidente era Nixon y el canciller era Kissinger, que habían promovido y participado en el Golpe y obviamente apoyaban a Pinochet. Esta organización solidaria era un grupo de gente, una ONG, que tomaron contacto dentro de Estados Unidos con universidades para que recibieran personas que eran perseguidos por razones políticas. Entre las universidades contactadas estaba la Universidad de Iowa y, específicamente, el Iowa Institute of Hydraulic Research (IIHR).

Ellos estaban dispuesto a aceptar un estudiante chileno en estas condiciones. En una de las visitas al campo de prisioneros de Puchuncaví, mi señora me comentó esta posibilidad… ¡y de vuelta a la hidráulica! No fue fácil conseguir los papeles, pero llegamos como familia a Iowa City, donde  me recibió el Director del IIHR, Dr. John Kennedy, un tipo de una inteligencia y calidez humana enorme. Él sabía mi currículo, no me hizo muchas preguntas “Comprendo la situación de la que viene. He decidido aceptarlo en el programa de Master”.  Lo más increíble es que quedé matriculado sin el TOEFL, sin GRE y saltándose todas las reglamentaciones exigidas por las universidades americanas. “Usted sabe de hidráulica, pero acá tiene que saber mecánica de fluidos” y me pasó un libro: “estúdiese esto durante el verano”. Era el libro  Flow Dynamics de Daily & Harleman que se usaba en el pregrado.

Lo que pasa es que el mentor del IIHR  es el mismísimo Hunter Rouse, el mismo del que se reía Pancho J “¿qué es esto de mecánica de fluidos, que no sirve para nada?”. Estudié todo el verano. Mi financiamiento provenía de una assistantship, yo era ayudante de laboratorio y así me ganaba las lucas, y además era estudiante. Empecé a trabajar de inmediato y después, en las tardes estudiaba. Completé el master en dos años y de ahí no abandoné nunca más la hidráulica. Cuando concluí el MSc, el Dr. Kennedy me felicitó por mis notas (todas A) y me preguntó que quería hacer. Le dije que estaba muy agradecido de él,  pero  que no estaba en condiciones de seguir en el doctorado porque teníamos dos niños, estábamos muy estrechos. Mi señora trabajaba haciendo aseos en las casas y, al mismo tiempo, estudiaba para un MSW.

Busqué trabajo. Mandé cerca de 40 currículos, para un latino no era tan fácil encontrar pega. Elegí una consultora pequeña en Boston, que resultaba muy atractiva, y que también  le ofrecía más alternativas a mi señora para que terminara su  master en Trabajo Social y también pudiera trabajar. Esta consultora era de profesores del MIT, básicamente, donde pituteaban después de clases. Tenían un gran proyecto en Arabia Saudita, un plan de desarrollo energético. Dentro de este gran plan estaba considerada el agua, y mi jefe… era el jefe de la cátedra de Hidrología del MIT, Peter Eagleson. Él iba en las tardes y yo hacía la pega de hidrología, centrada en el estudio  de  sistemas áridos y el análisis de probabilidades en la llegada de las lluvias. La verdad es que fue como hacer un doctorado. Hasta publicamos un artículo juntos con Eagleson ¡imagínate!

«Hubo 3 semanas en que nadie sabía dónde estaba, ni yo. Aquí la parte más importante es el coraje y la valentía de mi mujer que comenzó a hacer todo lo que estaba de su mano para que me liberaran. En esta perspectiva, entendió que en Chile ya no teníamos ningún espacio».

¿Cuándo decidió volver a Chile?

El bichito de Chile era muy fuerte, y nos volvimos el año ’80. El apego, los amigos, la familia. El primer año me conseguí un trabajo que nos permitiera volver, en una empresa constructora, pero siempre pensando que lo que quería era dedicarme a la hidráulica. Y ahí salió CADE-IDEPE, se dieron las circunstancias, logré una entrevista, ya que en esa época estaban armando la especialidad hidráulica. Eso fue en mayo de 1981, y ahí hice toda mi carrera, 26 años. El año ‘86 me nombraron jefe de la disciplina hidráulica de CADE-IDEPE. Como la oficina era multidisciplinaria, tenía una organización basada en las distintas especialidades: estructurales, eléctricos, mecánicos, hidráulicos… En la medida que se ganaban proyectos, se nombraba un Jefe de Proyecto quien seleccionaba los profesionales que trabajarían en dicho proyecto. Uno era asignado y respondía al jefe de proyecto, pero la calidad, la rigurosidad técnica de tu trabajo, tú tenías que ir a tu jefe de disciplina. Fue una experiencia notable ¿por qué? porque como jefe de disciplina tienes que estar atento a todos los proyectos donde están participando hidráulicos, pero también se daban circunstancias que tú mismo tenías que ser jefe de proyecto.

Uno de los méritos  de CADE-IDEPE es que podías hacer carrera, empezabas como ingeniero junior y podías llegar a ser ingeniero jefe de disciplina. El año 2000 me invitaron a ser “ingeniero asociado”: para ser socio de CADE no ponías plata, sino que tu capital eran tus horas trabajadas, así ganabas acciones. Cuando se vendió CADE-IDEPE el 2007, yo  era parte de los 17 socios que conformaban el directorio. Siendo tantos socios, nos entendíamos con la racionalidad de los ingenieros. El mentor y el líder era Lautaro Cárcamo, una mente brillante. Era quien finalmente dirimía los conflictos, con sabiduría y prudencia. Después de la venta, varios socios permanecimos ligados a AMEC hasta el 2010, y después cada uno quedo en libertad de acción. Ahora ellos me pidieron que me quedara como consultor, pero yo tengo la libertad de hacer consultorías por otro lado.

¿Y este año ha realizado trabajos de consultoría?

Este año ha sido muy especial, porque  he estado a cargo  del  Plan Maestro de Aguas Lluvias para Managua. Este proyecto lo ganó la oficina de AMEC Miami en base a la experiencia de CADE-IDEPE, que entre sus grandes proyectos, tiene el Plan Maestro de Santiago, del que fui el Jefe de Proyecto. Cada vez que llovía teníamos que salir a terreno, durante el año y medio que duró el proyecto. Ahora el MOP tiene una Unidad de Aguas Lluvias, así que ellos mismos deben ir actualizándolo año a año.

Quisiera preguntarle por algunos trabajos que investigué y usted presentó en los Congresos SOCHID. El primero es el proyecto Alfalfal ¿cuál fue su papel ahí?

El proyecto Alfalfal fue una experiencia notable para CADE-IDEPE, ya que hasta ese entonces (1986) nunca se había diseñado en Chile una central hidroeléctrica esencialmente subterránea. Es muy importante reconocer el papel fundamental de la empresa NORCONSULT (Noruega). Ellos introdujeron en Chile el uso del  túnel en presión y sin revestimientos con el método “Design as you go”. Vas haciendo la exploración en el frente de la roca y vas determinando el tipo de roca, y ahí, determinas el tipo de revestimiento. Hasta ese entonces, todos los túneles hidráulicos eran los de Endesa, a flujo libre y revestidos. Fue un vuelco, algo emblemático. Cuando se estaban iniciando las faenas, ocurrió el aluvión del Parraguirre que dejó muertos en los campamentos a orillas del Río Colorado. Mi rol fue ser jefe de la disciplina hidráulica, diseñar las bocatomas, diseño hidráulico de los túneles, las chimeneas de equilibrio, etc. En el 2006,  volvimos a ganar con Norconsult y Poch el diseño de las centrales de AltoMaipo, Posteriormente acompañamos a Gener en todo el proceso de obtención de permisos con la DGA.

También vi su trabajo sobre el Colector de Aguas Servidas de Valparaíso, ¿cómo fue ese proyecto, claramente, fundamental para el saneamiento del Gran Valparaíso?

Por el año 95 ESVAL hizo una licitación para un gran Colector de Aguas Servidas, que junta Villa Alemana, Quilpué, Reñaca, Viña y Valparaíso, todas las aguas servidas de ese conjunto. Iniciada la construcción, las palmeras de Av. Brasil empezaron a hundirse y/o inclinarse, porque falló el suelo: sencillamente hubo que detener el proyecto. ESVAL armó un grupo para este proyecto, nombrando jefe a Dante Bacigalupo. Llamaron nuevamente a propuesta, CADE-IDEPE resultó electo, en conjunto con Black&Veatch, de Estados Unidos. En el estudio del proyecto, hicimos un cambio fundamental en el trazado del colector, nos enfocamos hacia la Plaza Aníbal Pinto y desde ahí parte el túnel en roca hasta Loma Larga en un trazado recto, sin pasar por el plan.

Fue un proyecto interesante porque es un túnel de 3kms, y lo más difícil fue la construcción y el enlace del suelo del plan con la roca, hubo que estudiar las distintas flexibilidades. Hubo que hacer en Loma Larga los estudios de dispersión de pluma, se hicieron las instalaciones de tratamiento primario, y se construyó un funicular para llegar a esa pequeña playa, bajo un acantilado. Lo tengo muy presente, porque se inauguró hacia el final del período de Frei Ruiz-Tagle. Tengo el recuerdo del presidente y su comitiva bajando en funicular hasta las instalaciones.

El año 2011, usted realizó una charla sobre el futuro de la energía hidroeléctrica en Chile. ¿Cuál es su visión en torno a este tema?

Fue un artículo en el Congreso de la SOCHID. Se me ocurrió dicho artículo, porque en ese momento estaba la discusión de HidroAysén. Mi visión era pensar que el cambio climático ya había llegado, y teníamos que irnos desprendiendo  de las centrales de combustibles fósiles. La hidroelectricidad es la energía renovable por excelencia, ya que el desarrollo de las demás renovables es imperfecta, ya que  siempre necesitaremos una energía de base, constante, y eso lo da la hidroelectricidad.

Hoy, tanto Enel como Colbún le pusieron la lápida a HidroAysén, hasta devolvieron los derechos de agua: todos han aceptado que era un proyecto muy invasivo. Ha habido un gran desarrollo eólico y solar y hay que reconocer que [el Ministro] Pacheco cambió lo que era este país energéticamente. El avance tecnológico ha sido notable, y la energía solar y eólica ahora son competitivas.  Las centrales hidroeléctricas la tienen difícil porque el agua es vital: todo el mundo – ecologistas, agricultores, habitantes rurales, etc.  – se fijan en el agua que escasea, y que se transformó en un recurso económico. Para que haya vida, tiene que haber agua en estado líquido, es una de las primeras condiciones. Los astrónomos lo saben y buscan eso cuando inspeccionan las galaxias y los planetas.

«La ruptura en 1967 fue porque queríamos convertir la UC en una verdadera universidad, con diálogo y abierta a la sociedad (…) Las grandes cosas por las que en ese tiempo trabajamos, hoy son reconocidas, y todos se visten con ese ropaje».

Rodrigo, una última pregunta. Quisiera volver al tema inicial que salió, de la Reforma Universitaria. ¿Qué significó para usted, y como lo compara con el panorama actual que atraviesa la educación superior, con todas las reformas que se están implementando?

La verdad es que no soy ningún experto en educación superior, de modo que mi opinión se refiere fundamentalmente a los fundamentos de la Reforma Universitaria. Quiero rescatar  que la FEUC de Sofía Barahona hizo muchas celebraciones de los 50 años de la toma, y nos invitó, a los que habíamos sido dirigentes, a un acto conmemorativo. El movimiento estudiantil de esa época constituyó una ruptura con lo establecido, en ésa época no existían las tomas, y un desafío a  las autoridades. El Mercurio organizó una campaña diciendo que los dirigentes éramos “títeres de los comunistas”, pero resulta que ninguno era de cerca comunista. Muy por el contrario, la mayoría estaban vinculados a actividades pastorales. El interés fundamental no era político, era gremial: de hecho, el líder de la toma, Miguel Ángel Solar, no hizo carrera política. Terminó su carrera de Medicina, se fue a la Araucanía y hasta hoy sigue como doctor ahí. Su opción es un ejemplo de consecuencia.

La Universidad Católica en esa época era un colegio, tú tenías que llegar con recomendaciones, te entrevistaba un cura antes de entrar, y era bueno que llegaras con la recomendación de algún eminente católico. Se respiraba un ambiente terriblemente conservador. La ruptura en 1967 fue porque queríamos convertir la UC en una verdadera universidad, con diálogo y abierta a la sociedad.

La toma y la Reforma fueron un reflejo de  la realidad de la Iglesia Católica en los años ’60. El rector de la Universidad Católica era el Arzobispo Silva Santiago, pero nuestro movimiento, para asegurar su éxito, contó con todo el apoyo del Cardenal Silva Henríquez. Él era de la línea progresista, influida por el Concilio Vaticano II, que después creó la Vicaría de la Solidaridad: tenía un pensamiento abierto y social. Cuando vino el golpe, la universidad fue intervenida. El Cardenal, Gran Canciller, no podía dar todas las peleas, nombró a un Vicecanciller, que era totalmente obsecuente con la dictadura. De ahí vino un proceso que duró hasta fines de los 80, en el que el rector Castillo Velasco no figuraba en los cuadros de rectores, no existía. Luego se reivindicaría su nombre, y el Rector de hoy ha reconocido que la Universidad es lo que es por lo que sucedió en la Reforma y con Castillo Velasco. Las grandes cosas por las que en ese tiempo trabajamos, hoy son reconocidas, y todos se visten con ese ropaje.

 

 

La Reina, 22 de Noviembre

 

 

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