Eduardo Varas: Desde el origen de la Hidrología y la Docencia Universitaria

Eduardo Varas es un nombre que muchos ingenieros hidráulicos recordarán, junto con un gran número de colegas de otras especialidades: tal es porque su labor como Decano de la Facultad de Ingeniería UC dejó una marca profunda incluso en la conformación del plan de estudio. Eduardo está en la coyuntura que diferencia los antiguos – y quizás demasiados estrictos y rígidos – planes de estudio de ingeniería con la malla más flexible e interdisciplinaria de la actualidad. Pero otro rasgo es el que debemos destacar, además de su prolífica contribución investigativa: ser uno de los primeros docentes en hidrología en el país. Desde entonces, la hidrología ha sido una ciencia importante y fundamental en los recursos hídricos, y la labor como docente universitario pasó de ser una jornada parcial a una opción de vida.

Eduardo, ¿dónde nació en usted el interés por la Ingeniería, y en específico la Ingeniería Hidráulica? ¿Fue algo que se dio en el camino o fue una certeza que tuvo siempre?

Inicialmente desconocí la labor de los ingenieros, porque en mi familia, mi abuelo y  mi padre, fueron hombres de Leyes: nadie había estudiado Ingeniería. Yo en el fondo siempre tuve inquietud por las cosas más bien técnicas, tales como arreglar las cosas en la casa, la plancha eléctrica, el enchufe, todas las cosas que requerían cierta mantención, me las pasaban a mí.

En el colegio me iba bien en los ramos de matemática o de vocación científica, por eso uno empieza a pensar, o todo el mundo te dice “ah, es que es bueno para las matemáticas”, y entré a Ingeniería. Es la típica frase que me imagino todavía sigue en pie. Por eso ingresé a estudiar Ingeniería, pero la verdad, sin saber mucho de qué se trataba Ingeniería.

¿Pero le gustó Ingeniería?

Me pareció bastante difícil al principio, no voy a decir que fue fácil. Tenía buenas notas en el colegio, y no había tenido dificultad en los ramos de este tipo, los matemáticos. Pero se puede decir que me era natural entrar a Ingeniería, y lo que siempre me había parecido fácil o me resultaba fácil, ya no lo fue más.

Tuve que sobreponerme a un primer año en que la cosa no iba muy bien. Empecé a estudiar con un grupo de compañeros de colegio que había entrado a Ingeniería, que eran como 4 o 5, y formamos un grupo de estudio, donde típicamente pasábamos la mayor parte del tiempo conversando cosas divertidas y no estudiando mucho. Al cabo de  un par de meses decidí estudiar solo, lo cual fue una buena decisión porque logré aprobar los ramos de primer año.

Ingeniería Hidráulica me gustó como ramo. En esa época, el currículo de Ingeniería tenía cursos anuales. Por eso era tan difícil primer y segundo año, porque uno cursaba típicamente 5 ramos en el primer año. Todos los días sábado se daba una interrogación de ramos que se iban turnando. En julio existían “Las Eliminatorias”, de manera de que uno daba un examen de todo lo que había pasado hasta ahí y si reprobaba una prueba, o no tenía promedio 3 como mínimo, simplemente tenía que partir de nuevo, porque no tenía mucha posibilidades de aprobar el año. Al final había exámenes, de todos los ramos. Si uno no aprobaba alguno de los cinco ramos, al año siguiente debía tomar los cinco nuevamente, incluso si había aprobado cuatro y solamente reprobaba uno. Se repetía el año completo.

Que aguerrido era el sistema antes.

Pero así era el sistema… El currículo no era flexible y las opciones existentes para Ingeniería: eran Civil, Mecánica y Química. En el sexto año había solo dos o tres cursos optativos para una especie de especialización. Por ejemplo, en mi caso, unos profesores extranjeros visitantes dictaron cursos de Recursos de Agua y un curso de Hidráulica Avanzada.

Pero por ejemplo, en ese tiempo la carrera estaba más enfocada hacia lo netamente laboral, ¿no? ¿La investigación, la especialización era una alternativa real?

Todos los profesores eran más bien profesores de jornada parcial, o sea, los profesores eran ingenieros que trabajaban en otras instituciones.

Entonces la investigación en sí no era una profesión

No habían profesores de jornada completa, salvo Don Luis Crisosto, que era de Estructuras, y tenía el cargo de Vicedecano pero tampoco era de jornada completa, solo tenía una mayor dedicación.

En aquella época, el Decano Don Raúl Devés, nombrado en ese puesto en el año 60, propuso formar una Escuela que fuera diferente a lo que típicamente había en Chile y se pareciera, digamos a las Escuelas de Ingeniería Americanas, con profesores de jornada completa. Se empezó a contratar fundamentalmente a alumnos recién egresados para formar profesores de jornada completa. Había un grupo de 3 o 4 en Estructuras, pero en el área de Hidráulica no había nadie, cuando me ofrecieron quedarme en la Escuela.

A mí me pareció una buena opción,  porque pensaba en ese momento lo que había estudiado de Hidráulica, que era la línea que me gustaba, eran sólo tres cursos de Hidráulica: Hidráulica, un curso de Recursos de Agua y un Taller de Hidráulica. Eso era todo lo de Hidráulica dentro de los civiles, porque no había especialidades, porque todos estudiábamos lo mismo. Fuera de esos cursos yo había tomado los optativos.

«En Chile, salvo la gente que está en la Universidad, el profesional no lee las revistas de primera línea de investigación, entonces no se informan sobre el trabajo realizado. Por ello, he insistido que se tomen en cuenta otros criterios al evaluar.»

¿Usted fue a hacer un Doctorado afuera?

Inicialmente obtuve un Master of Science en Stanford, que tenía un sistema trimestral que empezaba en septiembre y terminaba en junio. Posteriormente, el Director de la Escuela, el Dr. Jaime Wisniak me ofreció seguir a un Doctorado. Le dije que no quería seguir un Doctorado inmediatamente porque  nunca había trabajado como ingeniero.

Consideré que especializarse a nivel de Doctorado sin haber trabajado nunca, no era lo más apropiado. Le dije que me quedaría un año más para completar lo que llaman en Stanford un Engineer. Al completar el Magíster en Stanford hay dos caminos: especializarse un poco más, que es lo que llaman Engineer, que existe en pocas universidades,  y consiste en un año adicional con énfasis más profesional; o bien un Doctorado, más enfocado a la investigación. Yo seguí un Engineer, y terminé en agosto con una tesis más aplicada y de menor extensión y volví a Chile a la Escuela. Cuando volví con el Engineer me quedé un par de años en la Escuela y me fui a estudiar el Doctorado en 1973 nuevamente  a Stanford, y estuve otros tres años allá, obteniendo el Ph.D. en 1976.

¿Pero a usted igual le gusta la investigación, no?

Sí, pero lo que pasó es que en la Escuela he podido trabajar en investigación pero también pude trabajar profesionalmente a través de asesorías especializadas, de modo que hice las dos cosas.  En ese sentido,  fue una muy buena combinación.

Usted fue decano de la Facultad de Ingeniería UC, ¿cómo fue ese proceso y cómo adoptó el rol de dirigir una escuela que recién se estaba conformando?

Cuando volví el año 69, la Escuela estaba formada por un grupo de profesores jóvenes y cuando terminó el periodo del Director me eligieron a mí. Yo tenía en ese momento 30 años, debo haber sido el director más joven de la Escuela. Y en ese tiempo el Director era el máximo ejecutivo, ya que  el Decano debido a los típicos problemas con Construcción Civil, era una especie de moderador o coordinador. Como Director de la Escuela estuve hasta el año 73.

¿Y cómo maneja usted esa posición de liderazgo que le tocó desempeñar? ¿Cuál es la visión que usted intentó plasmar en la escuela?

Cuando fui Director, la Escuela estaba en un período complicado porque la Universidad tenía bastantes problemas económicos y los presupuestos de todas las escuelas eran muy pequeños. La Escuela tenía mil alumnos y estaba sufriendo problemas económicos agravados por el  programa de formación de profesores que mantenía un grupo becado apreciable estudiando, y no podíamos reemplazados porque se les guardaba el cargo. Por ello, acordamos con la Universidad aumentar la matrícula de alumnos para contar con mayor presupuesto.

¿Usted tuvo que construir entonces la planta académica del Departamento de Hidráulica? ¿Cómo fue ese proceso?

Fui el primer académico de jornada completa en Hidráulica. Incluso como anécdota me pidieron en la Dirección de la Escuela que preparara un plan de desarrollo para el Departamento. Consultando distintas referencias logré armar un plan de desarrollo y dije “bueno, hay que dedicarse a esto y  se necesitan tantos profesores”.

Como yo era nuevo y no sabía mucho de la especialidad, llevé mi plan de desarrollo y se lo mostré a un profesor. Yo he tenido dos profesores que han sido muy importantes: Francisco Javier Domínguez y Ricardo Edwards. Se lo llevé a Don Ricardo Edwards para conocer su opinión. Él lo leyó y me contestó lo siguiente: “Mira –me dijo– no sé, porque para mí hay dos cosas que nunca he entendido: qué es lo que hace un profesor de jornada completa cuando no está haciendo clases y qué es lo que hace un cura cuando no está haciendo misa. Por lo cual, no sé si necesitas 2, 3, 5 profesores, no tengo idea qué van a hacer”. Esto refleja la idea que existía en la profesión: si uno enseñaba Ingeniería… cuando no estabas haciendo eso, ¿qué hacías después, a qué te dedicabas? No ibas a hacer 40 horas de clases a la semana.

Usted siguió haciendo clases en paralelo a la labor de Decano, fue una labor que desarrolló por más de cuarenta años ininterrumpidos: ¿de dónde nace esta veta pedagógica en su persona?

Nunca pensé que yo me iba a dedicar a enseñar, yo estudié para ser ingeniero, no para enseñar Ingeniería. Terminé en la enseñanza por el hecho de haberme quedado en la Universidad. Diría que me interesaba más aprender que enseñar, ya que uno aprendía enseñando. Fui profesor desde que volví, y se puede decir que he dictado clases a los aproximadamente 3000 ingenieros que han estudiado desde el 1966 hasta el 2006.

Lo que usted comentó al principio de esta entrevista, sobre la severidad de las eliminatorias en el primer año en Ingeniería es algo que no se da hoy  ¿Habrá sido bueno el cambio de la flexibilidad?

Tiene algunas cosas buenas y otras cosas malas. Por ejemplo, en la actualidad lo que se pierde es que uno no tiene compañeros de curso, de generación. En aquella época los estudiantes de especialidad civil fuimos  treinta y todos nos conocíamos.  Ahora salen 400 pero no se conocen entre ellos, me ha tocado cuando era Decano, asistir a fiestas que hace la FIUC a fin de año y no era raro ver que dos personas que se saludaban, “oye, ¿tú que estudiaste?, ¡yo también, lo mismo!, ¡éramos compañeros en Ingeniería!”

La otra cosa en que me tocó estar involucrado, cuando estuve dirigiendo la Escuela, surge a partir de que en esa época se eliminaban 30%, 40% de esas personas al primer año. Estos eran parte de los mejores alumnos que daban la prueba de aptitud – o la PSU – y entraban a la Católica, por lo que su eliminación, era como desperdiciar gente con buena formación. El Rector me pidió hacer una comisión de manera de estudiar el problema y sugerir soluciones. Parte de las medidas que se propusieron en ese entonces, fue cambiar radicalmente ciertas normas en el reglamento para evitar que los estudiantes se eliminaran en el primer semestre. Pasaba lo siguiente: al entrar la universidad el ritmo cambia significativamente con respecto a la enseñanza secundaria. A la mayoría le va muy mal en la primera o segunda interrogación, y no se sacan un 3.9 sino un 1.0, o un 1.5.

Una de las normas era tener un 3.5 para finalizar el curso, entonces no llegaban al promedio, porque si uno tenía un 1.0 en la primera prueba tenía que sacar un 7.0 en la segunda para repuntar. El estudiante era eliminado por haber repetido dos veces un ramo, o porque no cumplía con el promedio mínimo, y otras normas similares. Se hicieron algunos cambios para permitir una recuperación más lenta y generar posibilidades reales de recuperación. Cambios de este tipo tuvieron el resultado esperado.

«Nunca pensé que yo me iba a dedicar a enseñar, yo estudié para ser ingeniero, no para enseñar Ingeniería. Terminé en la enseñanza por el hecho de haberme quedado en la Universidad. Diría que me interesaba más aprender que enseñar, ya que uno aprendía enseñando.»

Cambiando un poco el tema, entrar de lleno lo que fue en la investigación, quiero mencionar que usted es una de las personas que más contribuyo a los congresos SOCHID, en términos de  la cantidad de trabajos. Muchos de ellos estaban basados en el enfoque probabilístico o estadístico de los fenómenos, pero también hay algunos de simulación continua: ambos  en preocipitación más que nada. Usted que tuvo desde los dos enfoques que uno le puede dar a un problema, ¿cuál es, a su parecer, la manera más óptima de abordarlos?

Al retirarme de la Universidad, he continuado trabajando en asesorías y sobre temas, de simulación. Cuando uno intenta optimizar algo hay dos enfoques: el enfoque matemático, en donde hay una función matemática y de acuerdo a las leyes de la matemática, uno puede encontrar el mínimo, el máximo, el óptimo, o lo que se necesite. Pero ¿qué ocurre?, la resolución matemática requiere de ciertos supuestos que simplifican las relaciones y las restricciones. Un ejemplo típico es la programación lineal: uno dice “supongamos que estas restricciones son lineales”, sino la optimización se complica muchísimo.

Como alternativa la simulación, permite hacer experimentos numéricos o computacionales, pero la desventaja es no alcanzar un óptimo, solo muestra que en un escenario dado, resulta esto, y si cambia esta variable resulta otra situación. Pero, ¿cómo puede uno unir la maximización, o minimización de una función, con la simulación?, bueno eso fue el trabajo de doctorado que hizo Oscar Dolling. En esencia, fue justamente encontrar una manera para combinar estos dos enfoques: la optimización matemática y la simulación.

En ese sentido, la simulación es una opción interesante, una herramienta muy útil, porque ocurre que en Ingeniería, y específicamente en Recursos de Agua e Hidrología  uno nunca tiene la información completa: uno siempre quiere tener más información pero siempre falta un dato. Entonces siempre viene el problema de como extrapolar o usar información que ha sido obtenida en otro contexto a la situación que interesa. La simulación es una herramienta importante para saber el impacto o la influencia que tendrían ciertas variables y hacer análisis de sensibilidad de algunas cosas.

Quizás siempre le preguntan por sus trabajos, pero en específico debo citar su trabajo sobre curvas IDF, que está entre los más descargados, en conjunto con los connotados trabajos de Verni y King, y Stöhwas. ¿Cómo se generó ese estudio, netamente del enfoque estadístico?

A ver, eso pasó por lo siguiente: en la Universidad lo que más importa y lo que le piden a los profesores, y los miden por eso, son los trabajos en revistas especializadas y normalmente en el extranjero, porque no hay muchas revistas acá, revistas chilenas. Tienen que ser revistas con índices internacionales, y uno debe publicar en ellas, pero ocurre que ese trabajo por interesante que sea, lo lee un grupo reducido de personas y la mayoría investigadores extranjeros.

En Chile, salvo la gente que está en la Universidad, el profesional no lee las revistas de primera línea de investigación, entonces no se informan sobre el trabajo realizado. Por ello,  he insistido que se tomen en cuenta otros criterios al evaluar. Por ejemplo, me tocó la suerte de participar en la redacción de algunos capítulos del Manual de Carreteras de la Dirección de Vialidad, en dos oportunidades, en 1980 y en una actualización  en el año 2000. Buscando formas de poder extrapolar esta escasa información de intensidad de lluvia surgió esta línea y la verdad es que yo creo que puede no ser lo más interesante que he hecho, pero es lo más utilizado, porque todos los caminos de Chile se han diseñado con ese estudio.

La verdad es que si uno analiza la influencia de las investigaciones en temas muy esotéricos publicados en revistas, y se comparan con manuales de diseño, se da cuenta que los últimos han tenido mayor impacto. En ese sentido, esos trabajos han sido útiles. 

«Me siento orgulloso de haber podido colaborar con el grupo de profesores que se entusiasmó con la idea de transformar el paradigma de la Escuela y contar con profesores de jornada completa con estudios de post-grado a nivel de doctorado que realizaran labores de docencia, investigación y asesorías especializadas»

Eduardo, usted fue presidente de SOCHID, ¿cómo fue su relación con la Sociedad, para incluso llegar finalmente a dirigirla?

Participé con el grupo de ingenieros que formó SOCHID. Estuve en el Primer Coloquio (1971) junto con Ramón Fuentes, organizando los trabajos, e incluso en el diseño de la portada, la de la ola japonesa… ahí copiamos una postal como portada. Bueno, si uno después continúa participando termina siendo Presidente (risas).

Eduardo, una pregunta quizás un poco más de introspección, ¿cuál es su legado? ¿Qué es lo que siente que más aportó en la academia, en la Ingeniería, en la IAHR?

Pienso que un aspecto importante fue mi labor en la Escuela de Ingeniería de la Universidad Católica. Me siento orgulloso de haber podido colaborar con el grupo de profesores que se entusiasmó con la idea de transformar el paradigma de la Escuela y contar con profesores de jornada completa con estudios de post-grado a nivel de doctorado que realizaran labores de docencia, investigación y asesorías especializadas. Este grupo logró transformar radicalmente la percepción que tenía la Escuela en el medio profesional y académico a nivel nacional y latinoamericano. De ser una Escuela pequeña considerada como de segundo orden, cambió a ser una de las mejores del país, contando con gran preferencia entre quienes quieren estudiar Ingeniería.

Al haber permanecido trabajando en la Escuela por 46 años he colaborado con la formación de alrededor de 3000 0 3500 ingenieros, participando también en interesantes proyectos de investigación y asesorías especializadas en muchos proyectos de ingeniería. En el ámbito de la especialidad, he colaborado para cambiar el enfoque fundamentalmente empírico de la hidrología y el estudio de los recursos de agua, proponiendo un acercamiento más científico y técnico difundiendo metodologías y herramientas más poderosas de reciente desarrollo.

En términos gremiales y de apoyo a la difusión de la actividad en ingeniería hidráulica y de recursos de agua, he participado en la formación y desarrollo de los primeros años de la SOCHID a nivel nacional y participado a nivel internacional por 4 años en el Comité directivo de la AIRH, cumpliendo dos años  como Vice-Presidente de la Asociación Internacional.

Providencia, 15 de Noviembre del 2016

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