Luis Ayala: desde lo humano a lo profesional

Luis Ayala es por antonomasia, para quienes estudiaron en la Universidad de Chile, una figura multidisciplinaria. No sólo evoca la figura de docente, sino también de un académico que se incorporó en la administración y gestión de recursos de la casa de estudios, desde la vicerrectoría económica. En esta conversación, Luis nos cuenta de los caminos que la Hidráulica ha puesto en su vida, como también sobre las personas que lo han guiado en tantas decisiones, su pasión por la investigación – plasmada en una consultora cofundada en 1986 con Guillermo Cabrera, en donde trabaja hasta el día de hoy -, y su visión de la academia chilena, tanto en épocas antiguas como actuales.

¿Dónde nació el interés por la ingeniería? Y estoy consciente de que cuando pregunto esto, la respuesta es mucho menos predecible de lo que se espera, aunque siempre las razones son similares.

Yo creo que a todos nos pasó más o menos lo mismo, partiendo por la elección del sexto año de Matemáticas en el colegio y luego por la opción de universidad y la carrera, que en mi caso, solo fue la de Ingeniería Civil en la Chile o en la Católica. En la Facultad de Ingeniería de la Chile, que fue donde en definitiva estudié, teníamos muchas opciones, ¿te fijas? La primera decisión era por qué carrera optar después del Plan Común, a principios del tercer año. En esa época había que decidirse por una carrera y yo creo que tenía bastante claro que no quería salirme del área de la ingeniería civil. Me atraía más, porque me gustan las cosas más tangibles, como son las que abordan las ingenierías duras, además no me parecían atractivas otras disciplinas o ciencias, como la Química o los procesos industriales. Por el lado de la gestión y la economía, que era otra línea posible, estaba la ingeniería industrial que ofrecía la Escuela, pero tampoco me parecía tan atractiva, no obstante que mi padre siempre me quería convencer que era más interesante combinar las matemáticas con las ciencias sociales, pensando en la línea de Economía que ahí se ofrecía.

¿Su padre era ingeniero también?

No, él era Administrador Público egresado de la Escuela de Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad de Chile, y sentía una verdadera fascinación por la Economía, lo que probablemente estuvo marcado por su afición permanente al estudio, aún siendo funcionario de impuestos internos, incluso cuando alcanzó los más altos cargos en dicho servicio. Pero no era lo mío, ya que a mí me gustaba enfrentar problemas más palpables o que me parecían más visibles, como los de infraestructura que cualquier persona puede apreciar en su vida cotidiana; otras carreras posibles como la ingeniería mecánica, la ingeniería de minas, la ingeniería eléctrica que se ofrecían en la Facultad, probablemente porque no sabía mucho de ellas, me parecían situadas en el otro extremo, o sea, demasiado duras o áridas, quizás.

A mediados de la carrera, ya cuando hubo que optar por la especialización, ahí la verdad es que se me presentó un campo muy difuso, porque había, de nuevo, muchas alternativas y no poseía un criterio claro para discernir cuál debía elegir. Quizás lo que más influyó en esa fase de la carrera, fue el primer curso que Hidráulica que era en verdad una mezcla de Mecánica de Fluidos y de aplicaciones a obras hidráulicas sencillas, relacionadas principalmente con proyectos de riego y de hidroelectricidad, donde nos poníamos en contacto con problemas más reales, como la conducción y almacenamiento del agua, además que tuve la suerte de asistir a clases de un profesor muy ordenado y metódico, además de excelente persona que hacía muy atractivo el ramo.

¿Quién era?

El profesor Bobenrieth. El era ingeniero de Endesa y era un gran pedagogo que sabía transmitir conocimientos complejos, con facilidad y simpleza, haciendo entretenidas sus clases hasta el punto que uno creía imaginar que del pizarrón podía llegar a brotar agua en cualquier momento (risas). De ahí en adelante las cosas fueron más definidas, una vez que conocí en terreno las obras de las que hacíamos teoría en las clases. Por ese tiempo, tuve también la oportunidad de hacer la primera práctica de ingeniería civil en las obras derivadas del canal matriz del embalse La Paloma, en Ovalle. Ese fue mi primer contacto concreto con el agua y las obras hidráulicas que se construían, lo que resultó fascinante. También fue fascinante conocer a quien sería años más tarde mi mujer, relación iniciada en Ovalle que culminó con nuestro matrimonio que este año habrá completado 44 años. Así que la Hidráulica y los canales han significado no solo desarrollo y satisfacción profesional, sino también, como segunda derivada, ¿o primera?, un proyecto de vida con una compañera y una familia que me ha apoyado incondicionalmente en todas mis aventuras académicas y profesionales.

Yo te diría que fui muy afortunado en el sentido de que la Hidráulica para mí, en realidad, siempre me deparó oportunidades y sorpresas gratas. Cuando el Profesor Basilio Espíldora, que era el profesor jefe de la Sección de Hidrología y Riego en del Departamento de Ingeniería Civil, y quien me introdujo al mundo de la Hidrología, me propuso incorporarme carrera académica de Beauchef, no tuve ninguna duda que ese camino era realmente interesante y de gran potencial para mi desarrollo. Esta invitación incluyó a otro colega compañero de curso, con el cual seguimos siendo socios en una consultora de ingeniería hidráulica que creamos el año 1986 (Guillermo Cabrera), buscando aprovechar oportunidades profesionales distintas pero complementarias a las puramente académicas y también, muy honestamente, para suplementar los bajísimos sueldos universitarios de la época.

¿Era muy crítica la situación?

El ser académico en esa época, era casi una cuestión romántica, como quien dice hoy día, me voy a dedicar a las artes y a la música, y de esa actividad voy a vivir y voy a sostener una familia. Por otro lado, en la universidad recién se estaba instalando la idea de las carreras académicas de jornada completa, razón por la cual el cuerpo académico era mayoritariamente part time. Alrededor del año 70 yo era uno de esos part time y hacía ayudantías de Mecánica de Fluidos en el departamento de Ingeniería Mecánica, y clases de Hidrología en la Facultad de Agronomía. Con la incorporación en abril del año 1971 al grupo de investigación de jornada completa de Hidrología y Riego que dirigía el profesor Basilio Espíldora el cual incluía a los profesores Ernesto Brown, Patricio Ferrer (mi profesor guía de memoria), Ludwig Stöwhas, Jaime Ortiz y Guillermo Cabrera, mi docencia se enfocó a la Hidrología principalmente, pero muy pronto se dio la oportunidad de acceder a una beca de la Fundación Ford para incorporarme a un programa de Master of Science en la Universidad de California. Esto fue un hecho verdaderamente fortuito debido a que Ludwig Stöwhas, declinó seguir con su doctorado en Davis y porque fue la última beca del programa, ya después del golpe militar del año 1973, se discontinuó y se cerró definitivamente este programa.

¿Cómo fueron sus experiencias con la investigación en la práctica?

En esa época había poca gente en el grupo, como muchos se habían ido a EE.UU, entre ellos, Ludwig Stöhwas y Ernesto Brown que se habían ido a estudiar a Davis y a UCLA, y habían dejado un vacío que llenar, tenía que hacerme cargo de diferentes tareas, entre ellas, monitorear y mantener con un joven técnico, la estación de nieves de Farellones. Era una época en que la situación del país era muy caótica, realmente yo arriesgaba la vida por ir allá solo, al punto que una vez, el destartalado jeep rumano en que viajaba, casi se desarmó con las vibraciones que provocaban las calaminas del camino a Farellones y a la Parva, quedando por un instante con el volante en la mano (risas). Ya en las cercanías de la estación, me subía a un ski-doo (motos de nieve) para recorrer sin ropa adecuada siquiera, los faldeos nevados, sin ningún tipo de entrenamiento ni conciencia de los riesgos, con una moto de nieve pésimamente mantenida que a veces simplemente se detenía y no había forma de hacerla andar de nuevo. Recuerdo una oportunidad en que tuve que dejar una de ellas abandonada porque comenzó a oscurecer, la nieve me llegaba a la cintura del blue jean y no podía caminar por la ladera. Eran situaciones riesgosas bien complicadas que ni siquiera se compartían con el jefe… (expresión de resignación).

Hoy día sería absolutamente impensable hacer eso porque nadie lo permitiría, realmente era peligroso, pero también, en ese tipo de cosas uno aprende a batírselas solo, a resolver problemas de cualquier índole, y a forjar una mirada positiva que busca encontrar la solución a los problemas, cosa que también se proyecta en la búsqueda de la solución a un problema de ingeniera. Y otra dimensión que encuentro valiosa, es entender y reconocer la dificultad que tiene obtener datos para nuestros cálculos en ingeniería, y las limitaciones que éstos pueden tener. Frente a este tipo de experiencias y también a las de laboratorio, donde pasamos una parte importante de nuestra vida midiendo fenómenos hidráulicos, reflexiono sobre la importancia de obtener este tipo de información pero también de sus dificultades y de las limitaciones que deben reconocerse a la hora de emplear datos apropiados para modelar fenómenos físicos y hacer ejercicios de simulación de dichos fenómenos en condiciones distintas y a veces solo supuestas, como escenarios posibles.

En esos años, con instrumentos precarios, y sin recursos, porque no existían fondos de investigación ni apoyo de la institución nos tocó hacer la primera parte de la carrera académica. Tu ibas donde el Director del Departamento, que era un académico un poco mayor que uno, y le decías, “¿usted me podría conseguir un poco de plata para poder construir un pequeño instrumento, un pequeño canalcito?” Todo así, de poco vuelo y con pocas ambiciones porque formábamos parte de una sociedad dentro de un país pobre y básicamente aislado del resto del mundo que no percibía el grado de subdesarrollo en que estaba.

» Y otra dimensión que encuentro valiosa, es entender y reconocer la dificultad que tiene obtener datos para nuestros cálculos en ingeniería, y las limitaciones que éstos pueden tener.»

¿Cómo fue su doctorado, como eligió el tema a desarrollar, dentro de todo este abanico de posibilidades? ¿O como se dice popularmente, el tema lo eligió a usted?

Cuando llegué a Berkeley conocí profesores que eran colegas o seguidores del recordado  profesor Hans Albert Einstein, hijo de Albert Einstein, ingeniero hidráulico y especialista en transporte de sedimentos. Después de completar el programa de Master of Science, el año 1974, financiado por la Ford Foundation, se me abrió todo un nuevo campo que incluía ingeniería de costa e hidráulica marítima, ingeniería fluvial y transporte de sedimento en ríos, procesos de dispersión y mezcla turbulenta en cuerpos de agua, y sistemas de recursos hídricos subterráneos. Me entusiasmé primero con la modelación matemática de los procesos de dispersión pero luego se me ofreció la Hans Albert Einstein Fellowship, con la satisfacción de haber sido el primer elegido, para continuar en un programa de doctorado, después de rendir el Qualifying, que incluía el estudio experimental del efecto de la viscosidad sobre el transporte de sedimentos.

Habiendo completado tres años y medio, el año 1977 decidí retornar a Chile, incluso sin haber terminado totalmente la tesis, pensando que era más importante cumplir mi compromiso de retribuir a mi universidad y a mi país, todo lo que graciosamente se me había donado, pero consciente que tendría que hacer un sacrificio grande para conciliar responsabilidades académicas con el término del doctorado. Lo que no me imaginé fue el estado calamitoso en que encontraría mi universidad y mi departamento; de hecho el área de Hidrología y Riego se había jibarizado, fusionándose con el Laboratorio de Hidráulica y se habían desmantelado las instalaciones de Tupper donde trabajábamos antes, y construido una especie de casetas de madera – cuchitriles los llamábamos – en el hall del laboratorio para los últimos académicos que se integraron al grupo fusionado, entre ellos yo. La infraestructura era desastrosa y las instalaciones del laboratorio estaban en un estado deplorable, prácticamente abandonadas. En el laboratorio seguía trabajando aun don Pancho Domínguez como profesor part time, haciendo sus clases de Hidráulica y otro investigador que ayudaba en los laboratorios docentes, y además se había incorporado el profesor Alejandro López que venía del Instituto Nacional de Hidráulica junto con la profesora Ximena Vargas. Del grupo al que me integré el año 1971, solo quedaba como profesor jornada completa Ernesto Brown, ya que todos los demás se habían retirado de la universidad (el profesor Jaime Ortiz había fallecido el año 1971 en un lamentable accidente). El único reemplazo que se había logrado en ese periodo, era el del profesor Pablo Isensee (QEPD) y que trabajaba en modelación de sistemas de recurso hídricos.

¿Y por qué se desmanteló así, a tal grado?

Era todo muy curioso y bastante lamentable: tú volvías del doctorado y te preguntaban  “¿qué fuiste a hacer allá? – Un doctorado – ¡Pero cómo! Si tú eres ingeniero… los doctores son los médicos”. Además, la Universidad de Chile estaba intervenida desde septiembre de 1973 y el rector militar se había puesto como meta tratar de reducir al máximo el personal universitario y en particular, desmantelar los grupos académicos. Cuando llegué a trabajar, a nadie le importó nada, nadie preguntó a qué venía, qué había hecho, o qué haría, solo me ofrecieron que me fuera: “Váyase y lo premiamos” (risas).

Y te hacían la cosa bien difícil: sueldos malos, muy malos. Para que tengas una idea, yo me fui a EE.UU en septiembre de 1973 solicitando un préstamo de US $300 ya que con mi sueldo de académico jornada completa de US$50 no alcanzaba para cubrir los gastos mínimos de instalación allá; un estudiante becado ganaba en esa época US$1000. Cuando volví, la situación era más o menos la misma, además de los bajos sueldos, no habían recursos básicos para subsistir académicamente, no existían los fondos concursables de investigación, y peor aún, no había ambiente propicio para el trabajo académico.

Felizmente tuvimos la fortuna de que al poco andar reforzamos nuestra relación con los grupos de estudio y proyectos de Endesa que era la empresa estatal de electricidad, y ellos nos pidieron estudiar en modelos físicos algunas de sus obras, con lo cual ingresamos recursos externos al departamento de Ingeniería Civil, que nos permitieron contratar ayudantes de investigación y preparar un ambiente más atractivo para talentosos egresados, de los cuales posteriormente logramos atraer e incorporar a la carrera académica egresados como los actuales profesores Aldo Tamburrino, Yarko Niño y posteriormente Carlos Espinoza. Años más tarde se incorporó al grupo James Mc Phee, discípulo de Ernesto Brown. Todos ellos se doctoraron en prestigiosas universidades y cuando se reincorporaron a la universidad tomaron los bastones de la posta y siguieron con nosotros la carrera, hasta que dejamos nuestras posiciones académicas, pasando a constituirse posteriormente ellos en líderes académicos que emprendieron la fase siguiente de desarrollo de nuestro grupo, la que en los últimos años ha sido reforzada con nuevos académicos de alto nivel. El trabajo con los modelos físicos, nos permitió conocer la realidad física distinta de nuestros ríos y tomar conciencia que lo que habíamos aprendido en los laboratorios de Berkeley no podía traspasarse directamente a los ríos de Chile, salvo excepciones contadas con los dedos de la mano. Había grandes diferencias que en un principio nos dejaron escépticos y frustrados, haciéndonos dudar de la aplicación de estos conocimientos a la realidad chilena.

¿Y cómo se sobrellevaba esta diferencia?

Como digo, aquí los ríos tienen otras características ya que sus cauces son moldeados básicamente por una geografía distinta, donde la Cordillera de los Andes, y la localización de las desembocaduras en el océano Pacífico, le imprimen un sello particular haciendo que primen cauces encajonados que en las cabeceras presentan pronunciadas pendientes y sedimentos de gran tamaño con granulometría extraordinariamente extendida, para luego, en su salida al valle, formar abanicos fluviales con cauces trenzados o meandrosos que se desarrollan igualmente en este tipo de sedimento, y solo muy cerca del mar, tener lechos más finos arenosos. Entonces cuando pensábamos en aplicar directamente los conocimientos derivados de los experimentos hechos en EEUU con arena, aparecían las grandes dudas ya que de lo que aprendimos con los modelos de Endesa, apreciábamos diferencias notables entre los fenómenos de transporte de sedimento de arenas con los de material más grueso bien graduado. Además nos vimos enfrentados a otro tipo de problemas que todavía no nos habían parecido relevantes, como los fenómenos mecánicofluviales localizados, que habían sido objeto de estudios en Estados Unidos y en otros países desarrollados, también bajo condiciones idealizadas de laboratorio, con arenas finas uniformes.

Por ejemplo, se nos presentó el caso de la socavación de la fundación de la barrera móvil de la bocatoma del canal Teno Chimbarongo operada por Endesa donde el lecho del río Teno distaba mucho de ser arenoso y uniforme, posterior a lo cual nos involucramos en modelos para el complejo hidroeléctrico de Colbún – Machicura de Endesa en el río Maule, y tiempo después en el desarrollo hidroeléctrico Alfalfal en el río Colorado de la cuenca del río Maipo para Chilectra que después se transformó en Chilgener y hoy en Gener y Alto Maipo. Ahí fuimos aprendiendo que en realidad los problemas académicos y la visión académica eran bien distintos a la realidad de nuestros sistemas fluviales, especialmente en las cabeceras o valles a la salida de la Cordillera de los Andes. Y sin embargo, debíamos desarrollar la capacidad para abordar problemas que se daban en este tipo de ambiente físico, como por ejemplo, cuantificar la degradación del río Maule aguas abajo del embalse Colbún bajo distintos escenarios de operación del embalse. Ese era un tema novedoso que no había sido ni siquiera pensado hasta ese momento.

Para resolver este problema, decidimos hacer un modelo matemático con la ayuda de un estudiante que ahora es dueño de una prestigiosa empresa consultora, el ingeniero Ernesto “Tito” Menchaca; que permitiera a simular las degradaciones del río en forma numérica pero aprovechando los conocimientos experimentales que habíamos tenido, con material grueso y bien graduado.

Lo afortunado de todo esto que relato, es haber tenido la oportunidad junto con circunstancias curiosas que confluyeron para que, aprovechando situaciones que parecían poco relevantes y un trabajo experimental sostenido a lo largo del tiempo, nos ayudaran a mejorar el conocimiento de estos fenómenos y a aplicarlos a soluciones ingenieriles que resultaron útiles. Digo que son circunstancias curiosas porque por ejemplo, la investigación experimental además de ser considerada muy lejana de la realidad, en aquella época se apreciaba como muy costosa, por lo menos en términos relativos a los desarrollos teóricos o numéricos, a tal punto que en un momento fue declarada prescindible por el gobierno militar de turno, decidiendo el cierre de la unidad del MOP dedicada específicamente a los estudios en modelos físicos: el Instituto Nacional de Hidráulica de Peñaflor (INH). Frente a esta absurda situación nos propusimos con el profesor Bonifacio Fernández de la PUC, preparar un paper que ponía de manifiesto la importancia de este tipo de herramienta, difundiéndolo desde la plataforma de la SOCHID para defender la existencia del INH, lo cual felizmente rindió como fruto la preservación del instituto.

«En esta etapa actual de mi vida profesional, uno se apasiona enfrentando muchas veces un problema novedoso distinto a todo lo que te ha tocado ver antes, buscando formas nuevas de analizarlo e ideando soluciones a veces no convencionales, para terminar el ciclo, entregando resultados y recomendaciones valiosas (…)»

Usted además se desempeñó como académico de la universidad, llegando a ocupar cargos de gran importancia, como aquellos de vicerrectoría. ¿Cómo surgió esa oportunidad?

Reconozco lo afortunado que he sido, porque entre medio de toda esta actividad sufrí lo que nuestro recordado profesor de Física en la Facultad, el profesor Igor Saavedra (QEPD), llamaba accidentes del trabajo. El primero ocurrió cuando a fines del año 1994 el Decano Víctor Pérez recién elegido para ejercer en el periodo 1994 a 1998, me pidió que trabajara con él formando parte del equipo directivo de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, en calidad de Director Académico. Este accidente se repitió en el siguiente periodo de 1998 al 2002, y a la postre se transformó en una especie de “enfermedad crónica” ya que el siguiente Decano, el profesor Francisco Brieva, me pidió que siguiera ejerciendo el Vicedecanato en su periodo que se extendió hasta el 2006, posterior a lo cual el Prof. Víctor Pérez ahora rector elegido, nuevamente me invitó a acompañarlo en las funciones directivas de la Universidad de Chile en calidad de Vicerrector Económico y de Gestión Institucional. Así, por ahí por el año 1996, la carrera académica tan interesante y llena de desafíos que había comenzado el año 1971, se fue transformando casi definitiva e irremediablemente en una carrera de administración y gestión en distintos niveles de la Universidad. Estos “accidentes del trabajo” recurrentes, me alejaron físicamente de los laboratorios, lo cual a la postre fue oportuno y beneficioso para la universidad, creo yo, ya que cuando comenzó este alejamiento ya estaban los cuadros académicos de recambio preparados y listos para tomar el bastón de la posta para seguir desarrollando la disciplina, lo que han hecho magníficamente superando con creces a su maestro. Esto es motivo de gran orgullo en lo personal.

Que diría su padre…

Bueno, como lo he relatado, al final caí en ese campo que mi padre más anhelaba, que en este caso particular implicó gestionar administrativa y financieramente una gran institución. Si bien a ratos me trajo bastantes dolores de cabeza y a veces sinsabores, en la perspectiva del tiempo ya pasado, aprecio que primaron los momentos gratos y sobre todo me beneficié con la valiosa experiencia ganada a lo largo de casi 8 años de gestión de una institución grande y compleja. Porque la Universidad de Chile siendo estatal, en realidad opera presupuestariamente como una empresa privada, toda vez que sus recursos fundamentalmente los obtiene de forma privada. Sin embargo, por ley debe administrarlos con reglas de un servicio público como si fuera el Registro Civil o el Ministerio de Obras Públicas o cualquier hospital público, a los que el Estado les entrega el 100% de sus presupuestos y solo deben rendirlos.

En el caso de esta universidad estatal, ocurre la paradoja que solo una fracción menor al 15% es entregada por el Estado y el resto debe autogenerarlo la institución, pero el 100% debe administrarlo y rendirlo como recursos públicos. Esto hace que la gestión universitaria sea un gran desafío por cuanto debe competir con las reglas de un mercado de educación superior donde prima la ley de oferta y demanda, pero atada de manos y pie, dadas las múltiples restricciones que le imponen las innumerables reglas burocráticas a la que está sometida. En el mundo privado, se hace todo lo que la ley no prohíba, pero en el ámbito público solo puedes hacer lo que expresamente esté permitido. Este relato termina en enero del año 2013, ya que al cumplir 42 años ininterrumpidos de servicio público, me retiré de la Universidad como académico de jornada completa quedando contractualmente como Profesor Titular a jornada parcial ad honorem para apoyar en temas particulares, tareas académicas del departamento de Ingeniería Civil y ocasionalmente tareas académicas-administrativas del nivel central la universidad.

Usted fue profesor durante muchos años en la universidad, pero además publicó gran cantidad de trabajos en los congresos SOCHID, siendo hasta hoy uno de los académicos que más ha publicado, entonces ¿cómo se complementan la veta del docente y la del investigador?

Lo decía Ludwig Stöwhas en su entrevista en este mismo medio, la verdad es que cuando uno investiga, lo que busca es descubrir por curiosidad las cosas, eso es lo que primero te mueve pero seguidamente tienes que tener un interés genuino por transmitir lo que vas descubriendo, o sea, ¿a quién no le gusta contar a un grupo de alumnos o de colegas lo que estás haciendo? Y ese grupo realmente es el que te retroalimenta y te impulsa a seguir dentro de un círculo virtuoso en donde mientras más descubres más curiosidad te produce lo que investigas.

En la medida de que la actividad en docencia y en investigación fuera más o menos equilibrada, funcionaba razonablemente como forma de transmitir en un curso lo que uno investigaba en el laboratorio. Pero, siempre, por lo menos desde mi punto de vista, era importante también publicar lo que hacíamos para que en otras esferas, académicas y profesionales de la Hidráulica, se pudiera saber que había un granito de arena ahí que se estaba aportando desde la universidad. Ahora, hay que reconocer que no siempre lo que tú aportas es tan relevante para el conocimiento o práctica profesional, pero así todo publicar es un esfuerzo que vale la pena ya que igualmente agrega valor en otras dimensiones como la formación de los alumnos o aprender a transmitir la propia experiencia adquirida, que también podría ser útil para el siguiente ciclo de investigación que uno emprendiera dentro de su carrera académica.

Por ejemplo, muchos de estos conocimientos teóricos y aplicados, tuve la oportunidad de consolidarlos en publicaciones que se han usado en la práctica profesional en nuestro país, como los mapas de riesgo de inundación y remoción en masa, incluidos en el PRMS para planificación territorial de la Región Metropolitana, confeccionado para el MINVU, el Manual de Cálculo de Caudales Máximos y Mínimos que desarrollamos con la Dirección General de Aguas o el Manual de Carreteras elaborado como parte de un proyecto con la Dirección de Vialidad, el cual constituye todavía una referencia para estudios y diseños de drenaje de caminos y carreteras y de obras de defensa fluvial, en este país.

¿De dónde saca la vitalidad para seguir activo hasta el día de hoy?

En primer lugar, felizmente gozo de buena salud. Ah, bueno, y la pasión por lo que hago. Es entretenido, incluso yo llego a pensar que es algo así como un vicio que te atrae y que no puedes dejar por tu propia voluntad – así como el ludópata en el casino que no puede dejar de jugar y apostar –. En esta etapa actual de mi vida profesional, uno se apasiona enfrentando muchas veces un problema novedoso distinto a todo lo que te ha tocado ver antes, buscando formas nuevas de analizarlo e ideando soluciones a veces no convencionales, para terminar el ciclo, entregando resultados y recomendaciones valiosas, muchas veces muy apreciadas por el mandante y que además te hacen sentir esa honda satisfacción que da el trabajo bien hecho. Este es el círculo que lo atrapa a uno, además que probablemente la etapa final en la universidad me dejó un poco cansado. En realidad fue muy intensa, a veces con situaciones difíciles y de mucha y muy variada actividad, experimentado en ocasiones también frustraciones porque alguna de esta actividad la juzgaba poco productiva, muchas reuniones, mucha burocracia y poco efectiva para sentir que estaba contribuyendo de verdad para hacer avanzar a la institución. En mi actual actividad, esto no ocurre y escasamente asisto a reuniones.

¿Luis, cuál diría que es su legado?

Yo creo que a lo largo de su vida uno aporta solo un granito de arena, quizás el más importante es ser capaz de mostrar un modelo que pueda ser imitado o seguido por generaciones más jóvenes. Si hay un estudiante que te dice, y me lo han dicho, usted fue un profesor muy exigente, quizás demasiado, pero aprendí… eso a mí me produce satisfacción, sobre todo porque veo que ahora ese estudiante es un exitoso profesional que recibió de mi parte una pequeña contribución a su formación profesional y como persona.

Cuando veo que un producto que está a la vista, que imaginé, que luego diseñé y que alguien materializó creyendo en sus bondades, y que al final se transformó en una solución que opera exitosamente, siento la satisfacción de haber contribuido un poquito, aunque sea mínimamente, al desarrollo del país y al bienestar de su población, y también siento íntimamente la satisfacción del logro alcanzado cuando, una vez, todo partió de una idea, de un croquis dibujado en un papel, y de cálculos tentativos y luego finales en etapas sucesivas en que se diseñó, se construyó y se puso a prueba y funcionó la solución. Como las obras de control aluvional construidas en las quebradas de Antofagasta, en el río Coya y en el cerro Divisadero en Coyhaique, la canalización del Zanjón de la Aguada, diversas obras de defensa fluvial y de puentes a lo largo del país, sistemas de drenaje y evacuación de aguas lluvia, por ejemplo. Todo esto me ha resultado especialmente gratificante.

Lo que uno siente, es eso, no es un legado, es solo percibir que logró por alguna razón, a veces impensada, realizar un pequeño aporte en beneficio de otros, pero siendo honesto en reconocer también, que además ese aporte nos benefició profesionalmente y como persona. Al final somos un engranaje pequeño que ayuda o participa en el movimiento de una tremenda máquina, nada más.

 

Providencia, 24 noviembre del 2016

 

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