La Dama de la Hidrología: Ximena Vargas

Es famosa la fotografía del escritorio de Einstein, tal como lo dejó el premio Nobel antes de morir en 1955: un escritorio atiborrado de documentos, en claro desorden. Él mismo respaldaba su lugar de trabajo cuando señaló “Si un escritorio desordenado es señal de una mente desordenada ¿Qué debemos pensar de un escritorio vacío?”. Algo así se puede pensar de la oficina de Ximena Vargas, Profesora del Departamento de Recursos Hídricos y Medio Ambiente de la Universidad de Chile.


Estamos en una oficina espaciosa, con una biblioteca generosa, paredes atiborradas de distinciones, fotografías de familiares, y coloridos dibujos de párvulos, muebles antiguos que son de la época de don Pancho y que él mismo obsequió a Ximena cuando dejó el departamento: estamos frente a una oficina atiborrada de documentos y libros, pero no por ello en desorden, señal clara de la trayectoria y experiencia académica.

 

¿Cómo se interesó por la ingeniería? Y cuando hago esta pregunta, debemos aceptar que estudió en una época en que no muchas mujeres escogían esta carrera. De hecho, la primera ingeniera en Chile, Justicia Espada Acuña, estudió en esta facultad

Mira, la verdad es que a veces uno llega a lugares en los que nunca pensó que iba a estar. En el colegio me gustaba mucho las matemática, mi papá era ingeniero, y en esa época lo sumo era ingeniería en la Chile. Yo tenía una profesora de matemática que me decía que siguiera como profesora [de matemática], ¡qué sé yo! Yo dije “no, voy a estudiar Astronomía”. Entre acá con esa decisión: hice lo primeros años y en el curso de Astronomía, dije…  esto no es para mí (ríe).

Mi elección fue Civil, al momento de elegir Ingeniería. Dentro de los civiles existía el sin mención, y tres menciones: hidráulica, estructuras y transportes. El sin mención era como el maestro chasquilla, tenía de todo y le exigían tomar unos cursos de industrias ¡que estaban en tales horarios que topaban hasta con tres cursos de Civil! Eso se descartó, haciendo un análisis de menciones… los primeros cursos de estructuras no eran lo mío; transportes, tampoco (ríe). Así que de esta forma llegué a Hidráulica… casi por descarte.

En las casualidades se han originado buenas cosas

La verdad es que soy una enamorada del agua, de mi profesión, aunque debo confesar que tengo un terror enorme al agua – ¿En serio? – Sí, en serio, pero sé nadar, no soy una gran nadadora tampoco… Pero si me hicieran elegir de nuevo, elegiría Hidráulica, en eso no hay duda de que así sería.

¿Cómo fue su paso por la Universidad? Y sobre todo, ¿cuál fue su proceso para que estemos hoy acá, en la oficina de una docente de trayectoria?

Te diría que en la Universidad el primer año fue muy difícil: un régimen de estudio muy distinto a lo que uno está acostumbrado, es decir, había que estudiar y formar un grupo de estudio. Algunos se fueron, pero de ahí en adelante uno se acostumbra al sistema. Durante los primeros años no fui una alumna brillante, pero fui ayudante de cálculo, ecuaciones diferenciales, álgebra lineal – ¡Los Clásicos! – sí, y del Laboratorio de física. Y… por ahí a uno le va gustando la Docencia. Una vez que entré a la especialidad Civil, dejé de hacer los cursos de matemática y empecé a hacer ayudantías de la mención.

Pero tuve muy buenos profesores, Horacio Mery: con Don Horacio siempre tuvimos muy buenas relaciones, después de haberme titulado; Andrés Benítez, él fue un gran hidrólogo, fui su ayudante. Nos apreciábamos mucho, era la persona con quien discutía los temas académicos en los congresos (ríe), porque yo me fui por un lado, por la parte estocástica, de los modelos y él era fanático del otro lado, del hidrograma unitario. Entonces me decía, molestándome, “todo esto computacional, es puro papel”.

La memoria la hice en Endesa, en el proyecto del canal de evacuación de la central Machicura y obras de riego anexas y después de eso, una de las opciones era entrar a Endesa, pero no… Por ser mujer, no.

¿En serio? (Antiguamente, la Endesa era una prolongación de la Universidad de Chile para los ingenieros hidráulicos y muchos trabajaron ahí, complementando la docencia)

En definitiva fue un poco por eso, era una época totalmente distinta. En mi comisión de examen estaba Augusto Matte y Cristián Maturana, Darío Croquevielle, Rodolfo Bennewitz, con quienes  había trabajado en una práctica, don Horacio, Antonio Cauas, mi padre que también trabajaba ahí, todos me decían que entrara, todos me conocían. Presenté mis antecedentes y la persona que estaba arriba… el cortó ¿Te fijas?

Bueno, después que di mi examen de título, alguien de la comisión me ofreció venirme a trabajar acá. Así que fue como recibirme y venir a trabajar aquí sin saber mucho en lo que me metía en verdad, sabía que estaba la docencia, pero la parte de investigación, en esa época no era algo que se incentivara. Incluso la gente de la academia, en esa época, no hacía mucha investigación para mi gusto.

¿De qué año estamos hablando?

El año 75’, de hecho te podría comentar algo más en relación con el entorno, fue una época difícil. Nosotros estábamos acá en el año 73, en la facultad, y fue difícil para nosotros. Durante la UP hubo muchos paros, afectaban a la docencia. Siempre hay alumnos de distintas clases sociales. Había una gran diversidad en esa época.

¿Cómo afectó el trabajo, la investigación, durante la dictadura? ¿Hubo algún tipo de censura?

Afectó, sí, sí. Yo diría que al igual que todo el país, había una gran falta de recursos dentro de la Universidad. A veces uno como alumno no lo percibía, pero durante el Régimen Militar, la cosa fue heavy también. Esta facultad fue la que lideró, cuando los alumnos alegaron contra el régimen, nosotros alegábamos contra los rectores impuestos. Fue una época de enfrentamientos fuertes. La cantidad de veces que salíamos llorando por los gases lacrimógenos… ¡olvídate! Era terrible.

Incluso en el año 99’, el XIV Congreso de Hidráulica lo hicimos [aquí] en el salón de la escuela, en el tercer piso. Afuera estaba el descalabro, pasaban los guanacos, los zorrillos; los chicos tirando molotov desde el techo ¡no! Recuerdo haber visto a alguno de mis colegas, dentro de la sala haciendo las exposiciones y llorando con las bombas lacrimógenas (ríe).

Ante todo la academia (risas). Y una pregunta Ximena, ¿por qué la hidrología?

Cuando entré acá no sabía en qué me iba a involucrar con respecto al tema de campo de acción. Una de las cosas que uno tenía que hacer era irse a perfeccionar afuera y mis colegas habían elegido oceanografía para mí (ríe). – ¿Sus colegas eligieron el tema en que debía especializarse? –  En esa época se necesitaba gente, de hecho todavía no hay nadie en este tema en el cuerpo académico de nuestro Departamento.

La verdad es que no pude salir, yo ya tenía familia. Cuando tenía que estar en EE.UU. empezando las clases, estaba teniendo a mi tercera hija en la clínica. Fue una razón de peso para quedarse. Las cosas se dieron de esa manera y no salí a perfeccionarme nunca. En este momento diría que soy una de las pocas personas que están esta facultad sin tener un magíster ni un doctorado, me he mantenido más como una autodidacta en el tema, sin tener ningún grado adicional.

Yo había entrado a Hidráulica  donde Alejandro López se dedicaba al transporte de sedimentos y estuve trabajando con él un tiempo en esa área pero luego se fusionó el área Hidráulica con el área de Hidrología y Riego y pude apreciar lo qué estaban haciendo distintos colegas. La nueva sección del Departamento se denominó Centro de Recursos Hidráulicos y tenía como académicos a Basilio Espíldora, Ernesto Brown, Luis Ayala, Guillermo Cabrera, Pablo Isensee, Alejandro López, Jorge Villavicencio y a mí. Me interesó más al área de hidrología y empecé a  colaborar en investigación con Ernesto Brown quien, recién llegado de vuelta de sus estudios de magíster en UCLA,  había sido mi profesor en la Escuela.  Fue con Ernesto con quien le tomé el gusto a la hidrología, colaborando tanto en docencia como en investigación. Fue una gran decisión quedarse en el área donde a uno más le gustara.

Ximena en su oficina, junto a ella uno de los muebles que pertenecían anteriormente a Don Pancho, un perchero con espejo

Ximena, quiero volver al punto cuando señalas al  profesor Benítez, con quien tenías una discusión con respecto al enfoque estocástico. He revisado los temas en que has puesto el enfoque de investigación: hay varios trabajos suyos, ligados principalmente al uso de AC (autómatas celulares) o ANN (redes neuronales). ¿Qué opina de este enfoque que se le da a los fenómenos? Como se sabe, una red neuronal se aparta del enfoque físico.

Yo creo que uno debiera ir hacia la comprensión de los fenómenos. Todas las metodologías del tipo estadística, estocástica, no van hacia ese punto; sino más bien a proveer de información que es necesaria para realizar un diseño, para hacer un pronóstico en tiempo real, pero lo único que estás buscando son relaciones causales, pero antes tienes que saber  cuáles son las variables más importantes que influyen y con eso planteas tu modelo de red neuronal, tu función de transferencia y hay que tener claro para qué sirve.

Recién ayer estaba mirando (señala un libro bajo un montón de documentos en su escritorio) una de las primeras memorias en que participé. Fue en esa época, año 83’, en que empezamos a investigar en modelos ARMA, ARIMA, con Ernesto. Antes tuve otro alumno memorista, Cornelio Westenek, con quien aplicamos el modelo OC [Onda Cinemática] que no se había visto acá.

Hoy en día tenemos muchas más herramientas para poder entender los fenómenos y poder modelarlos adecuadamente. Hoy le digo a mis alumnos que utilicen imágenes satelitales, porque hay información de humedad del suelo, de evapotranspiración, bueno, todo lo que es la nieve. Hay mucha información que tú puedes ver del punto de vista espacial y no solo puntual, como la teníamos en una estación antes. Ahora la cosa es muchísimo más global, lo que nos da la oportunidad de modelar mejor nuestro sistema. En el año 2000, estábamos hablando de modelos distribuidos ¡qué fantástico! Puedo delimitar muy bien las cosas físicas, porque antes… Uno pescaba el plano, delimitaba la cuenca, medía la longitud del río, de la curva de nivel: era un trabajo terrible. Llegar a determinar pendientes como se hace ahora… ¡no, en un minuto! Entonces, a medida que va pasando el tiempo vas teniendo mayores herramientas para modelar adecuadamente.

Pero hay variables que todavía no tenemos: la precipitación. ¿Cómo la distribuyo? Estamos haciendo hipótesis ¿y qué es lo que pasaba hasta hace poco? Si yo tomaba un modelo concentrado, en que supongo una cuenca homogénea, con una precipitación uniforme, puedes obtener resultados que son mucho más confiables de los que te da un modelo distribuido, porque el modelo distribuido… Tienes que hacer una adivinanza de cómo va a ser la precipitación en cada una de las celdas de tu grilla. Todavía nos falta un poquito, para tener una mayor comprensión, hay que hacer muchas más mediciones.

Pero la política que tú ves en las instituciones públicas, que son los que tienen el control, el manejo y gestión de las estaciones van para el lado contrario (dicho con frustración) ¡Tenemos hartas estaciones! Pero no todas están vigentes, están suspendidas. Con justa razón algunas veces, pero falta mucho, mucha información.

¿Esa falencia del estado debe suplirla la academia?

Yo creo que es difícil que la academia logre subsanar el problema de la información directa en terreno, porque también lo puedes hacer en forma puntual, pero los proyectos a los que tú tienes acceso no te dan para implementar una cuenca piloto, con suficiente densidad de estaciones. A lo mejor, si se incentiva un poco más la colaboración entre las distintas universidades esto mejore. Teníamos un proyecto muy bueno con la Católica que lamentablemente no nos resultó.

Muchas veces la universidad está haciendo un proyecto, de una persona incluso, que adquiere el equipo. Y pasa el tiempo, tú ya hiciste tu investigación, ya no tienes fondos para seguir manteniendo las estaciones, y cuando el proyecto no es algo a largo plazo ¿qué pasa? Una de las opciones es traspasárselas a la DGA, pero ellos no tienen tampoco los medios económicos para solventar la mantención de todas las estaciones.

De hecho, esta facultad, cuando yo entré, tenía el laboratorio de nieves de Farellones. Ahí estaba Ludwig Stöhwas, Basilio Espíldora, Pablo Isensee… y después cuando ellos se fueron, se acabó el laboratorio y se le entregó a la DGA. Hasta los registros se quedaron guardados en una bodega acá. En un momento hubo que desocupar la bodega y se botó absolutamente todo, todo. Entonces…  (gesto de resignación)  – Datos importantes para un análisis estadístico y de entendimiento de los procesos –… y eran buenos datos.

Esta es una pregunta que no había hecho antes, quizás solo por una razón machista, y me disculpo por eso, pues creo que a todos les es pertinente por igual ¿Cómo se compatibiliza la familia con el trabajo?

Cuando yo empecé a trabar tenía ventajas que no existen hoy. Nosotros teníamos una sala cuna y jardín infantil. Hoy no hay nada. Para mí no fue difícil, traje a mis hijas a esta sala cuna: fui beneficiada en ese sentido, por tener ese jardín cerca.

Antes tenías el postnatal de 3 meses, ahora tienes 6, así que eso está mejor. Pero te debo confesar que durante el postnatal igual venía a hacer clases, sino ¿quién las hacía? ¡no había nadie! (risas)

Y también la familia apoyaba. Me cuidaban a las niñas, si lo pedía. Hoy es más necesaria la ayuda para las parejas jóvenes en general, no sólo las mujeres, ambos padres son quienes deben estar encargados de los hijos.

Ximena en su escritorio: en la pared del fondo se pueden ver el Diploma del Premio Justicia Acuña, su Título Profesional como Ingeniera, fotografías de sus hijas y dibujos de sus nietos

Cuando le pregunto a Ximena si es que se imagina en otra profesión, lo reflexiona un momento bastante largo, y reitera que en un principio pensó en astronomía y que también postuló a arquitectura luego de dar la prueba, pero con un gran semblante de confusión, me confiesa que no se imagina en otra profesión. Acerca de qué prefiere hacer en su tiempo libre, la respuesta es más concreta:

En mi tiempo libre, me gusta leer ciencia ficción. El autor que hoy en día que más me gusta es Orson Scott Card, es muy bueno. De sus libros el que más me ha impresionado, es “El Maestro Cantor”. Muchos de mis estudiantes compartían la misma pasión por la ciencia ficción y en alguna oportunidad intentamos hacer una pequeña biblioteca, pero cuando se fueron, el proyecto quedó inconcluso. En este minuto leo, pero más en el Tablet, porque cuando uno viaja, es más cómodo.

Ahora, otra de mis dedicaciones que tengo… son los nietos (risas)

¿A través de su carrera, ha sentido algún tipo de discriminación?

No, fíjate, yo diría que la discriminación le sentí en contadas ocasiones, en visitas a terreno. Cuando era alumna o cuando hice la memoria en Endesa: en ambas ocasiones fue cuando fuimos a ver un túnel de desvío… no pude entrar, por ser mujer. Fue por la gente de terreno: “La mina se puede enojar” – Claro, como cuando se decía que las mujeres no podían subir a los barcos, es una excusa machista, parte de la idiosincrasia – Sí, era como un dicho, acá el túnel era como una mina, y que le iba a provocar mala suerte. “No, no somos machistas ni supersticiosos, pero… mejor que no entre”.

Faltan algunas cosas por las cuales la mujer se ve en situación más desmedrada. Hoy en día no tener la sala cuna yo creo que realmente afecta. Ahora hay más mujeres académicas acá en la Facultad y están alegando y me parece bien que aleguen. En mi época prácticamente no habían baños para mujeres, había que ir a uno que estaba por allá, había que caminar su resto – Había que ir con antelación, no a última hora (risas) – hoy la infraestructura ha cambiado.

De todas formas, no hay muchos nombres de mujeres presentes actualmente en la ingeniería, por lo menos analizándolo desde el punto de vista de los cuerpos docentes o de las sociedades. Usted es parte del Instituto de Ingenieros, ¿hay ahí más diversidad?

Igual hay más mujeres en la academia, pero son más jóvenes y, claro, de las que participan en el Instituto, no son muchas. Hay un poco más de mujeres en el directorio del Instituto de Ingenieros: antes de entrar yo, había otra mujer, Raquel Alfaro,  que era [Ingeniera] Sanitaria. Después se han abierto más y  han intentado que participen más mujeres. Con el Premio Justicia Acuña (reconocimiento a una mujer, ingeniero civil, que se haya destacado en el ejercicio de su profesión, ya sea en el ámbito público o privado) han incentivado a que las mujeres entren al Instituto, de hecho así llegué yo el año 2006.

Las otras dos mujeres del Directorio actual son Silvana Cominetti, y Sally Bendersky, quienes también ganaron este premio. El Instituto incentiva tanto la participación de hombres como mujeres en las distintas comisiones, en donde se analizan problemas país.

Caricatura que incluye a profesores del Departamento de Recursos Hídricos y Medio Ambiente de la Universidad de Chile: se pueden distinguir a Aldo Tamburrino y Yarko Niño, entre otros. Ximena es la vocalista de la banda, situada arriba del amplificador

Finalmente Ximena ¿qué opina de este apodo? [La Dama de la Hidrología]

Mira, me han puesto “la Dama de Hierro” haciendo parangones con otra (ríe); me tratan de tía, algunos; incluso se equivocan a veces algunos colegas cuando los he retado. Me dicen el nombre de la señora (risas).

Hay una anécdota… me acuerdo que en un acta de las Asambleas de la SOCHID, que se leen un año después, decía “la Ximena dijo tal cosa”. Cuando preguntaron si había alguna observación, levante la mano y dije: “sí, por lo menos pónganme el apellido”. Entonces Ludwig me dijo “¡pero si no hay otra!”.

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