Alejandro López: un actor en la academia, en la educación y en la justicia

Antes incluso de formular la primera pregunta, Alejandro López señala una fotografía que tiene junto a Don Pancho. Me comenta emocionado que él también tuvo una labor periodística en la SOCHID durante los años 80, legando grabaciones con Francisco Javier Domínguez sobre su vida y sus anécdotas. Separados medio siglo en edad, la amistad permaneció hasta su fallecimiento, entonces Alejandro se convirtió en albacea de un patrimonio invaluable (entre los que se incluyen libros manuscritos de Chèzy), y en quien más conoce a este gran docente de la Hidráulica hasta el día de hoy.

También participó con solamente 22 años en el “Congreso Cero” (1962), el Primer Congreso de Hidráulica Latinoamericano, que luego gestaría la División Latinoamericana de la Asociación Internacional de Investigación Hidráulica. Instado por los docentes asistentes a este simposio, presentó su primer trabajo, aun no teniendo el título de Ingeniero: presagio certero de una vida completamente dedicada a la investigación y a la academia, que hasta el día de hoy continua activamente al ejercer la docencia en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, con 78 años de edad.

¿Cómo se interesó por la ingeniería hidráulica? 

Yo creo que recorrí un camino bien diferente al resto de las personas que has entrevistado. La verdad es que cuando estuve en el colegio nunca pensé ser ingeniero, luego, al término del tercero de Humanidades entré a la Escuela Naval. Yo quería ser médico. Después de cuatro años en la escuela, en el penúltimo año y por razones de enfermedad de la vista me retiré, y no tenía la enseñanza media completa. En esas circunstancias, olvídate de medicina, porque la formación en la escuela era completamente distinta: formación profesional con mucha fuerza en matemática. Empecé a estudiar por mi cuenta cuarto, quinto y sexto… y en el intertanto me encontré con unos amigos de liceo que habían entrado a la universidad, que también querían medicina pero no quedaron y estaban en Construcción Civil. ¿Por qué no vas para allá? Así llegué a la Universidad de Chile, y se dio la circunstancia de que el director de la Escuela estaba también en la Escuela Naval, y me admitió en primer año, pero yo tuve que dar en Diciembre, cuarto, quinto y sexto, en Enero el bachillerato y en Marzo el examen del primer año: ¡di 44 exámenes en ese corto período!

Esa navidad no fue muy alegre entonces 

No, para nada (Risas). Cuando egresé de quinto año  de la Escuela de Ingeniería pidieron a la de Construcción que recomendaran a alguien para trabajar en el laboratorio de hidráulica, y fui yo. El año 61 llegué a trabajar en el laboratorio de hidráulica y ahí me empezó a gustar esta cosita. Primero porque hice mi memoria de constructor civil ahí, que fueron las memorias pioneras en la iniciación de arrastre de sedimento, con Sergio Montes como profesor guía. Cuando me recibí el año siguiente con esa memoria, ya me había picado el bichito de la investigación y empecé a estudiar ingeniería. Hubo una posibilidad que me reconocieran varios de los ramos que había hecho, y entré a tercer año directamente, el año 63. Mientras estudiaba continué como ayudante de investigación en el laboratorio, por eso, te decía, que el año 62 no empezaba a estudiar ingeniería,  y me correspondió participar en el primer Seminario internacional de Hidráulica, hoy conocido como congreso 0 como congresista y como “goma” en la organización del seminario Presenté un artículo y no me aytrevía a entrar a la sala a exponerlo, pero Doña Matilde Macagno, profesora de la Universidad de Iowa,  me empujó hacia adentro (ríe). Mi memoria como ingeniero versó sobre lo mismo que la de constructor, pero enfocada a un punto de vista ya más teórico experimental. Con Sergio Montes postulamos la distribución logarítmica de velocidad para determinar la velocidad inicial de arrastre de sedimentos, a la que ajustamos nuestros resultados experimentales. Proponiendo una relación experimental… Me titulé dos años después, porque mi profesor guía se fue al MIT, si no, todavía estaríamos experimentando.

Por eso, cuando me preguntas por qué estudie ingeniería… bueno, el destino me llevó allá ¿y por qué hidráulica? También el destino me llevó allá. Además, siempre he dicho que el fluido es algo vivo, siempre se lo digo a mis alumnos, en especial a los que estudian estructuras.

¿Cuál fue su experiencia luego de egresar? Sobre todo, me interesa la historia que lo ha llevado a permanecer hasta el día de hoy vigente y activo en la academia

Luego que me titulé el año 69, me fui a trabajar al INH como investigador. En el intertanto en el año 71 había sido aceptado a trabajar en Iowa, pero como estaba tan convulsionado el sistema acá, preferí quedarme – Busqué en el primer Coloquio de Ingeniería Hidráulica, y usted aportó con un trabajo “Experimentación de los fenómenos de acarreo en cursos de agua superficiales”, en donde estudio incipientemente el problema de transporte de sedimentos – Así fue, y estuve en el INH hasta el año 73, que fue el golpe y volví a la Universidad de Chile – ¿Cerraron el INH? – No, pero era mejor el aire afuera (Risas). Fue anecdótico, porque el jefe de laboratorio de  hidráulica de  Ingeniería de la U de Chile, el profesor Ramón  Fuentes, me llamó a mi casa el mismo día que renuncié y me dijo: “bueno, ven mañana para acá”.

No tuve ningún problema en volver y me quedé en la Universidad de Chile. Por sugerencia de Ramón, partí el año 74 con una beca a Tokio por seis meses, y ahí se gestaron futuras estadías en Japón, en años posteriores, a Kyoto, del 76 al 78 en calidad de ayudante de Investigación. El profesor  Hiroji Nakagawa, me ofreció un programa especial de doctorado, el cual acepté, y finalmente me vine a Chile a redactar la tesis… cosa que nunca hice (Risas)

Cuando llegué a la Universidad de Chile, me hice cargo del Laboratorio de Hidráulica. En ese tiempo el departamento de Ingeniería Civil, que se llamaba “Obras Civiles”, estaba formado por un área de estructuras, una de hidráulica, una de hidrología y una de ingeniería sanitaria. Entonces cuando asumí la jefatura del laboratorio, con Ludwig Stöwhas, que estaba a cargo de hidrología, fusionamos y creamos el centro de recursos hidráulicos. Después, cuando yo era director del departamento, incorporamos a los sanitarios, a lo que hoy es la división de recursos hídricos y medio ambiente

Es decir, usted formó parte en la gestación del departamento en sí, es una gran importancia administrativa en la formación del título, que hasta hoy se mantiene

Tuvo una razón de ser: estaba yendo poca gente a hidrología, a hidráulica. Luego de refundar el centro se masificó un poco y eso fue bueno.

Un obsequio de sus alumnos de la Universidad de Chile, al profesor de Hidráulica.

¿Cómo llego a su tema de investigación? Por así decirlo, ¿usted eligió el tema o el tema lo escogió a usted?

La verdad es que a mí siempre me interesó la hidráulica fluvial y la marítima. Pero no había un estudio sistemático en marítima en ese tiempo, era algo muy incipiente. Era más atractivo meterse en lo fluvial, que eran problemas muy urgentes, verás, por nuestros tipos de ríos de montaña. Eso me llevó a estudiar el transporte de  sedimentos, en condiciones bastantes precarias. Mira, mediamos… con los ojos (risas).

Era bien artesanal, en la primera experiencia, que fue la velocidad inicial de arrastre de sedimentos, mirábamos por una pared de plástico y uno decidía cuando comenzaba el movimiento. Después cuando profundicé en el tema, di un paso importante: pusimos un espejo arriba del agua, y cuando el agua lo toca por tensión superficial, ahí ves bien tú. Nos dimos cuenta, por lo menos yo, que la iniciación del arrastre de sedimento no es que una partícula comience a moverse, son estallidos. Imagino que es lo que hoy en día Yarko Niño y Aldo Tamburrino en la Chile, con su equipo están estudiando con la turbulencia y esos temas.  Como criterio cada uno daba por iniciación de arrastre lo que se le ocurría. Yo llegué a establecer cierta relación, no me preguntes por qué, que era una frecuencia de estos estallidos.

Después en Japón, en la universidad de Kyoto, en las experiencias tuvimos distintos criterios. En vez de seguir el enfoque euleriano, seguimos el  enfoque lagrangeano de seguir una partícula y resolver de una forma estocástica las condiciones de inicio de arrastre. Lo que tú hacías era pintar una partícula en el fondo del canal, y cuando se movía, tú la seguías, medías lo que avanzaba, cuánto tiempo estaba en ese nuevo lugar, y así todo el tiempo de estudio. Ese fue el tercer enfoque que le di al tema: lagrangeano completamente. Como anécdota, este canal estaba en un altillo, y se me acabó la tarima, y pasé de largo (Risas). No fue esa la razón por la que la gente abandonó el enfoque, creo que era muy complicado, dadas las condiciones de la época

Usted tuvo una cantidad ingente de proyectos Fondecyt, por casi dos décadas. Me llama la atención que el primero de ellos no estaba relacionado directamente con este enfoque más detallado del transporte de sedimentos, sino macro: socavación de cepas de puentes, ¿por qué? 

Fue algo que se puso de moda, pero más que moda, fue una necesidad. En el año 76 con Ximena Vargas hicimos un catastro de lo que había, fundamentalmente en lengua hispana. Después estudiamos bastante la socavación local, en estribos, en cepas de puentes, que dieron respuesta a una necesidad. Se formó un buen equipo en el laboratorio con el profesor Luis Ayala y memoristas Medíamos en laboratorio, porque tener datos de terreno es muy complicado: siempre le digo a los estudiantes, cualquier información es buena, porque  es tan aleatorio esto del transporte de sedimento, la socavación, que uno tiene que tratar de tener alguna experiencia y saber hasta dónde es la realidad. Una anécdota: en una oportunidad asesoré una consultora e hice un cálculo de transporte de sedimentos. Entonces el revisor, que era el ministerio, no recuerdo si encontró mucho o encontró poco, pero el hecho es que le comenté a José Antonio Maza Álvarez esto, y me dijo “mira, no te calientes la cabeza, pregúntale cuánto quiere” (risas).

Es raro que no exista una clausura o un criterio ampliamente aceptado para estimar el transporte de sedimentos. Ni siquiera el Diagrama de Shields ha podido aunar todas las opiniones. 

Shields nunca puso un criterio, el 0.06 lo puso Rouse, y a mí me dio en mi memoria de Ingeniero, un valor de  0.05, más cercano a la condición crítica de Meyer-Peter y Müller (0.047). Ahora, yo siempre he postulado que es bueno hacerlo [tener mediciones de terreno]. He intentado aprovechar las sequías para medir la depositación en los embalses: lo hicimos con algunos memoristas, pero no siempre están los recursos para hacer eso. Porque ahí claramente verías el tiempo de sedimentación de un embalse, y cuánto ha aportado el cauce, o la cuenca.

Sin embargo, gran parte de sus proyectos Fondecyt están centrados en la caracterización geológica o sedimentológicas de cuencas andinas. ¿Cuál ha sido la conclusión de ese tema?

Sí, y seguí adelante con esa cueca hasta el día de hoy. Lo que hemos establecido en los últimos 10 años es la relación que hay entre medidas de sedimento en suspensión integrada con la rutinaria, ya tenemos varias estaciones a lo largo del país con su propia caracterización y lo que tratamos de hacer ahora es ver como está influyendo los cambios climáticos dentro de esto. Estuve un poco en un par de temas en vulnerabilidad de puentes. Ahora sigo haciendo esta cosa por una razón que es interesante, te fijas, es práctica. Ya no tengo proyectos Fondecyt, pero tengo toda la información de la DGA. Queremos llegar a una gran conclusión general del tema; de hecho, lo importante es que ha servido.

Usted ha tenido un aporte constante en todos los congresos hasta el 2009. ¿Cuál es el secreto para mantenerse activo durante tantos años en la investigación, y tener el ímpetu por publicar? 

Eso es algo que me preguntan mucho, porque en junio pasado cumplí 78 años. ¿Cuál es el secreto? Fíjate que ha sido básicamente permanecer en la academia, el contacto con los estudiantes te mantiene revitalizado, te va exigiendo. Ahora lo otro, no sé, yo siempre he tenido… no sé si capacidad o si soy muy metiche incluso, pero me he visto siempre organizando cosas. Por ejemplo, el Congreso Cero, del año 62, después en el  Congreso Latinoamericano de hidráulica celebrado en Chile en , el 76: fui designado secretario ejecutivo, cargo que desempeñé hasta dos meses antes de irme a Japón. Después en  los otros dos el 94 y el 2014, fui parte del comité organizador: es decir, siempre he estado participando.  Incluso yo fui el primer director de la revista de la Sochid.

Cuando volví al INH en gloria y majestad como director el año 96, me enteré que existía la posibilidad de utilizar el convenio Andrés Bello, organicé lo que se llamó “Reunión de los laboratorios de Hidráulica Hispanoamericano”,   que hoy esta medio en silencio al parecer. Yo me di el lujo de hacer ese congreso en Chile sin gastar un veinte. Nos fuimos rotando hasta que después hubo que dar una forma orgánica, de hecho ofrecieron que Chile fuera la primera secretaría y no me dieron esférica, pero México ofreció ser sede de la secretaría y esta  estuvo erradicada en México, y ahora está en Argentina, pero no se han movido mucho.

Lo segundo, que el año 2000 tomando cerveza  con unos españoles en Oaxaca en México, entre ellos, José María Grass y Ramón Gutiérrez , se nos ocurrió organizar el SIOP. Esto estuvo a cargo del INH pero era mejor que pasara a la SOCHID, porque quedando en el Instituto quedaba sujeto a la persona que estuviera a cargo, pero la Sociedad tiene un vigor más constante en hacer perdurar esto. De todas formas se fue durmiendo un poco, hasta que el Pato Winckler y otros lo reactivaron. Por eso te digo que he estado metido en muchas cosas.

¿Es posible descentralizar? ¿Quién falla?, ¿la gente o el estado? Y pregunto porque conozco casos personalmente en donde las personas son reticentes a salir de Santiago, porque juzgan de inferior calidad las universidades regionales.

Yo te diría que la PUCV ayuda mucho a los estudiantes, invierte más en ellos que en infraestructuras. Es una cantidad importante la que se destina a becas. Hace poco me toco participar en la acreditación de la Santa María, que tiene algunas residencias. Era lo que había antes, cuando yo estudié, había residencias para los alumnos de afuera, lo cual se terminó el año 73. Lo que sí, específicamente en esta zona y es una cosa negativa, es que a mediados de diciembre tienes que dejar los arriendos: por el verano. El costo sube abismantemente. Es un problema para los alumnos, un altísimo porcentaje viene de otras regiones, principalmente sexta, séptima región. En estas tres semanas de paro muchas personas se fueron a sus casas.

En su oficina junto a la biblioteca en donde está parte de los documentos de toda una vida de investigación. En el librero, en blanco y negro, está la fotografía junto a Fco. Javier Domínguez, de la época en que realizó las históricas entrevistas.

Ya que mencionó el tema, ¿qué opina del paro estudiantil que se ha prolongado por todo el mes de Julio?

Aquí hay dos cosas. El paro es de los estudiantes: en la medida que lleguen alumnos a pedir clases, hay que hacer. Más allá de lo que yo piense de la gratuidad, mi estamento no se ha pronunciado. Ahora, la situación, hoy, es distinta; el rector nos dio la orden perentoria de comenzar las clases. Si no vienen alumnos a ¿quién le vas a hacer clases?, pero hoy comenzaban. Con la gratuidad, yo estudié gratis toda mi vida, en el liceo 6 de San miguel, en la Escuela Naval, en la Universidad de Chile. Se pagaba una cosa ínfima,  era gratis prácticamente. Yo lo converso con mis compañeros, los de la Escuela Naval, que el día de hoy, probablemente nuestros padres no tendrían como pagar la colegiatura. Hay muchas cosas que son falaces.

La universidad no es para todos, eso es un punto básico. No es para todos por el hecho de que la selección se haga por dinero, sí que tiene que ser por capacidad: hoy hay un gran engaño al haber tantas universidades, en las cuales, lo más probable es que muchos de los chiquillos ingenuamente entran a estudiar alguna carrera   a alguna universidad  y que en la práctica no tendrán muchas posibilidades  donde trabajar. De mi experiencia en Japón ellos se ufanaban en contar con más de un centenar de universidades, pero  para encontrar un trabajo estable que durara toda la vida eran muy pocas las que te lo garantizaban, por ejemplo las imperiales, la de los jesuitas pero si  te ibas a otras, tenías que tener tres pegas para vivir. Esa masificación de universidades hizo perder la brújula en nuestro  país.

¿La masificación cuando se crearon las universidades privadas? Se da entre personas de mi generación que son los primeros en llegar a la universidad, pero ese logro es falso – y lo digo con la mayor amplitud de pensamiento –  porque finalmente estudian algo en lo que no terminan ejerciendo 

Diste en el clavo. Cuando la gente dice que “va a la universidad” te da un estatus, pero va en contra de ti. Yo recuerdo que cuando era muchacho, entraba a la universidad la gente que podía por capacidad. De hecho, fui el segundo de mi familia que entro a la universidad, la primera fue una tía, que todavía está viva (risas). El resto de mis compañeros se fueron a carreras técnicas, los otros hicieron carreras en bancos llegando a ser gerentes y así fue la cosa. Pero hoy en día con que tú vas  y pagas, entras en cualquier universidad…

Antes era menos gente la que estudiaba porque había más diversificación. Las universidades estatales eran gratis, las privadas tenían becas. Mucha gente se reconocía que iba “para otro lado” y estaba bien. La gratuidad como la vivimos nosotros, en mi época, ya no es posible. La reforma tiene que ir por otro lado, los hábitos, la responsabilidad. Yo le dije a los estudiantes  que ingresaron este año: “acá hay derechos y deberes”, pero derechos no son deseos. Lo que falta es tomar el problema en su conjunto, ¡y quizás toma años! Ese es el problema.

Quizás el problema es que  ahora entran más personas al sistema educativo, pero no todos quieren esto, “la educación en sí”. No sé qué opina usted, quizás el problema de la educación, es que se ha transformado como un medio para tener un título, no un fin en sí mismo. 

Hay muchas cosas que corregir. Uno puede quedarse en el pasado, pero hay que adaptarse, pero no hay que quedarse en la parte fácil: hay que ir por la forma y los hábitos. Creo que estamos haciendo las cosas al revés. No puedes arreglar la educación superior sino arreglas primeramente la educación que viene de abajo. No se saca nada. Los hábitos, los hábitos que se adquieren cuando tú entras a pre kinder han ido cambiando. Es diferente la forma en cómo te enfrentas tú a los problemas, al paso por distintos lugares, a la existencia misma. Todo ha cambiado ¿por qué tiene que ser para producir cosas negativas? ¿Por qué la simplicidad que te dan las cosas modernas no nos ayuda a hacer cosas más productivas, a sacar mejor provecho del ocio? Productivas no en el sentido de darnos más plata, si no en hacernos más “personas”. Hoy en día yo lo veo con mis nietos, con el teléfono: para lo único que no sirve es para hablar. (Risas) Yo todavía mi primer contacto con alguien es siempre por vía telefónica, porque ahí sé al tiro si me están mintiendo o no… por correo es fácil que te mientan.

Alejandro, ¿Cuál es su legado? 

Creo que en la parte de investigación, mi legado ha sido todo lo relativo al transporte de sedimentos, de inundación, que algo se ha hecho. Sumando y restando estoy contento con lo que he hecho: quizás algunas cosas las hubiera hecho distintas, pero es inherente a la naturaleza humana.

En la academia, yo creo que he dejado una visión de una persona muy dedicada a transmitir lo que ha aprendido, y que siempre ha valorado el ser ingeniero o estudiante como un accidente en nuestra vida y, más que mal, yo primeramente veo a las personas y  es lo que más me preocupa antes que una parte académica. La experiencia que he tenido es que cuando a un estudiante le esta yendo mal, es que hay un problema detrás y ese problema tu quizás no puedes ayudar a resolverlo, pero  acoges. Creo que podría graficarte lo que te comenté con lo siguiente: cuando asumió el decanato el rector de la Chile, el profesora Víctor Pérez, me pidió que organizara la subdirección de Asuntos Estudiantiles de la Facultad, que en ese entonces no existía… eso lo dice todo.

Aquí la opinión de los estudiantes es que esta escuela es muy cálida y creo que eso también viene porque la cabeza es cálida, el resto de los muchachos tiene ese acercamiento con nosotros y es gratificante.

Alejandro entre algunos de los cuadros más importantes en su oficina. Junto a la caricatura obsequiada por sus alumnos, una representación de Valparaíso en tejido, manufacturada por su esposa, Nani.

¿Qué le gusta hacer en sus tiempos libres?

Me gusta leer mucho: historia, literatura. Mi escritor favorito es José Santos González Vera, premio nacional de literatura del año 50. Escribió poco, pero lo que escribió lo encuentro bastante bueno. Y en la música, me encanta la música folclórica: siempre que salíamos a comprar discos con mi señora llegábamos, con  discos de Víctor Jara, Quilapayún, Rolando Alarcón. También admiro a Mercedes Sosa, a quien conocí en un concierto en Japón. Cuando terminó el concierto, fuimos a verla al camarín, yo,  mi señora, mi hijo,  y mis amigos japoneses: gritábamos para encontrarla “Meché, Meché” y  de pronto sale  de un camarín una señora con un cafecito en la mano preguntando “¿pero qué pasa?”. Era Mercedes, y fue la única vez que la vi actuar.

Los otros que conocimos en Japón  fu allí  les regalaron un ramo de flores con una cinta roja, algo muy simbólico y esto se lo regalaron a la Nani, mi señora. La cinta roja la pusimos en la bandera después del plebiscito y salimos caminando por la alameda (risas).

Sé que es una pregunta que pudiera ser delicada, pero ¿cómo afectó su trabajo, su vida, la época de la dictadura?

Yo fui a Japón gracias a todas esas cosas. Pero es una pregunta muy importante. ¿Por qué es importante? Porque si te has dado cuenta, usualmente he sido bastante actor en las cosas que me motivan y en ese tiempo tampoco dejé de ser actor, y bastante comprometido. Estuve en La Resistencia Civil. Bueno, mi primera salida a Japón fue en parte por eso, después era bastante arriesgado. Yo siempre digo, participé y nunca anduve armado, pero si con reuniones, en grupos. Y en comités de defensa de los derechos humanos.

Lo que sí, yo debo reconocer una gran generosidad y valentía de mi familia. De mi señora, mis hijos. Y claro, sin el apoyo de ellos no se podría haber hecho eso. Quiero hacer un gran reconocimiento a mi mujer: de partida, el haber trabajado siempre en la academia requiere un gran apoyo. Con todo derecho ella podría haber exigido que yo trabajara en la profesión “real”, ya sea en el mundo privado, en el mundo público, pero ella siempre dijo que prefería tener menos cosas pero que estuviéramos realizados.

La primera casa que tuvimos fue una prefabricada del Hogar de Cristo, ¿te das cuenta de ese tipo de cosas? Mira, te lo digo, cuando uno haces una opción, sobre todo una opción por la academia, es una opción de familia. A los muchachos que trabajan acá, yo les digo, si estas casado o en vía de emparejarte, que la decisión de trabajar en esta línea sea un decisión de grupo. Tengo que reconocer que sin el apoyo de mi esposa, sin su disposición, no habría sido posible estar acá hasta el día de hoy. Hoy está conmigo, no todos los días, pero su presencia es y ha sido algo invaluable.

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